El Papa Francisco en Santa Marta
El enviado del Papa Francisco a América Latina por el ‘Laudado Sí,’ describe en profundidad qué es la ecología integral a partir de datos de ciencias naturales y saberes sociales, haciendo hincapié en la pérdida de la biodiversidad de lo que llama la casa común: la madre tierra.
* por Marcelo Sanchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales del Vaticano
El apelo del Papa Francisco en Laudato Sí es profundamente religioso y científico a la vez: parte de la fe, pasa por la reflexión filosófica y ética, y asume los saberes más puntuales de las ciencias naturales y de las ciencias sociales. Afirma, en buena substancia, que el planeta en que vivimos es nuestra común “hermana casa” que está enferma por el maltrato infligido a ésta por algunos pocos, mientras las consecuencias negativas las sufren los más. Ecología viene de dos palabras, eikos y logos, que en griego quieren decir “casa” y “orden”, o sea es la ciencia de ordenar la única casa de todos, la casa común.
La visión religiosa de la “hermana tierra”.
Es tal un mensaje/apelo, ante todo, profundamente religioso porque considera el mundo como la casa de Dios, es decir, un don que Dios ha dado al ser humano, su imagen, para que lo custodie y lo desarrolle según sus potencialidades para el bien del hombre y la mujer de todos los tiempos y espacios. Chesterton, en su insuperable Vida de San Francisco, dice que el Santo de Asís nos ha hecho descubrir la verdad del cielo y de la tierra en su sacralidad profunda, creadas por Dios y redimidas por Cristo, mientras que la mentalidad greco-romana embebida de mitología veía en el cielo y la tierra, en las constelaciones y en la vida, solamente todas las fábulas de las pasiones y virtudes de los dioses y semidioses.
El mundo y la tierra como casa de Dios y casa común nuestra es la visión y mensaje de San Francisco de Asís que viene del Evangelio. El Papa Francisco lo quiere actuar. De ahí que afirmar, como algún candidato a la Presidencia de Estados Unidos (George Bush), que el mensaje de Francisco no es religioso porque se ocupa de la tierra es no entender qué cosa sea la verdadera religión. Francisco se debe ocupar de la tierra como exigencia del Evangelio, y no sólo de la fe y las costumbres del ser humano, porque como veremos el ser humano no puede vivir sin un hábitat integralmente sano, bueno y bello. Como dice Santo Tomás: la teología tiene por sujeto Dios y todas las cosas en relación con Él. Naturalmente todas las cosas en cuanto creadas, desde la nada de sí, están en relación con Dios. Así el Papa se debe ocupar de todo en cuanto relacionado a Dios. Francisco trata de unir lo que la modernidad ha disyunto o separado: por una parte el ser humano y por la otra la tierra, por una parte la ecología del ambiente natural, por la otra la ecología humana. Francisco une ambas dimensiones en una consideración superadora e integradora, en lo que él llama“ecología integral”, porque la casa que Dios ha regalado al hombre y a la mujer debe ser una casa común como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.
Los datos de las ciencias naturales asumidos por Francisco.
Ahora bien, según la evidencia de las ciencias naturales y sociales esta hermana tierra está enferma y clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso injusto de los bienes que Dios ha puesto en ella. En la modernidad hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla sin ninguna consideración de sus potencialidades y leyes, como si fuese una materia inerte. Es difícil aún para el Papa, como para todos, entender como sea posible, esta violencia destructora del ser humano contra sí mismo, contra su hermano, contra su hábitat. Papa aquí se elevarse a una consideración teológica: “La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”.
“Por eso –Francisco concluye– entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.
Es aquí donde el Papa pasa, desde un inicio teológico centrado en el Evangelio a considerar y asumir los datos más precisos y actuales que le proporcionan las ciencias. Comenzando tal consideración, Francisco indica, por la primera vez en el Magisterio, el clima como el“bien común, de todos y para todos”. Y define a éste a nivel global, diciendo que “es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana”. A continuación, utilizando por primera vez nociones y palabras de la ciencias, sostiene que“Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático.” Y afirma precisamente asumiendo las observaciones de estas disciplinas que “En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular”.
El Papa acepta “que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar)” que pueden concurrir al recalentamiento global, pero la verdad comprobada es que “numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”. No sólo entonces hay un problema climático para Laudato si’ que naturalmente no está expresado ni afirmado en la Biblia, sino que a partir del nuevo aporte de las ciencias de la tierra, Francisco también sostiene que la actividad humana que usa “combustible fósil” es la causa principal del calentamiento global. Y aquí Francisco, rememora sus estudios químicos de juventud, parece complacerse en describir con las ciencias naturales la naturaleza del fenómeno del calentamiento: “Al concentrarse en la atmósfera, [los gases de efecto invernadero] impiden que el calor de los rayos solares reflejados por la tierra se disperse en el espacio”. Más aún, remata: “Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial”. Y agrega asimismo otra observación importante y científica que hace al tema de la Amazonía: “También ha incidido el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agricultura”.
A su vez, explica el Papa: “el calentamiento tiene efectos sobre el ciclo del carbono. Crea un círculo vicioso que agrava aún más la situación, y que afectará la disponibilidad de recursos imprescindibles como el agua potable, la energía y la producción agrícola de las zonas más cálidas, y provocará la extinción de parte de la biodiversidad del planeta”.
Queremos destacar una vez más la novedad de la epistemología de la Laudato si’. Si la afirmación que la tierra es nuestra casa y nosotros sus custodios es de raigambre bíblica, la constatación, en cambio, de la crisis climática del calentamiento global debido a la actividad humana que usa combustible fósil es de carácter netamente científico. La Biblia nos puede decir que el ser humano debe custodiar y desarrollar la tierra según el proyecto de Dios, pero no nos dice ni nos puede decir cuál es la real situación de la tierra en nuestros días. El conocimiento de tal situación es campo de las ciencias. Por ello, fe y razón, saberes filosóficos y saberes científicos se amalgaman por la primera vez en el Magisterio papal en Laudato si’.
Pérdida de Biodiversidad: la Amazonia.
Hay un capítulo entero dedicado a la “Pérdida de biodiversidad”. Allí se indica que “Los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios”. En realidad, las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana, para regular algún problema ambiental, o simplemente para permitir que funcionen bien los mecanismos evolutivos para los cuales los genes de la biodiversidad son esenciales.
Pero no basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales « recursos » explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. “Por nuestra causa –dice Francisco– miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”.
Posiblemente nos inquieta saber de la extinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad. Pero para el buen funcionamiento de los ecosistemas y para el desarrollo de los mecanismos de la evolución también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar.
El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener. En el caso de la pérdida o el daño grave de algunas especies, estamos hablando de valores que exceden todo cálculo. “Por eso –dice el Papa– podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental”.
Algunos países han avanzado en la preservación eficaz de ciertos lugares y zonas –en la tierra y en los océanos– donde se prohíbe toda intervención humana que pueda modificar su fisonomía o alterar su constitución original. En el cuidado de la biodiversidad, los especialistas insisten en la necesidad de poner especial atención a las zonas más ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva. Hay lugares que requieren un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial, o que constituyen importantes reservas de agua y así aseguran otras formas de vida (Cfr. § 37).
En este punto LaudatoSi’ se ocupa directamente de la Amazonia y menciona lo que llama “los pulmones del planeta repletos de biodiversidad” tales como justamente Amazonia, pero también la cuenca fluvial del Congo, los grandes acuíferos y los glaciares. En este sentido la Amazonía es una realidad decisiva elevada a emblema del tema del ambiente, que bien han sabido percibir los organizadores de nuestro congreso. No se ignora la importancia de este emblema y de esos lugares que representa para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad.
Efectivamente, los ecosistemas de la Amazonia tienen una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer e identificar integralmente. Por ello, cuando esas plantaciones son quemadas o arrasadas incluso para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables especies algunas que ni sabemos. Además, a veces a la pérdida biológica se agrega la desertificación. No pocas veces la deforestación produce áridos desiertos.
Asimismo dice Laudato Si’ “un delicado equilibrio se impone a la hora de hablar sobre estos lugares, porque tampoco se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo el pretexto de cuidarlos, pueden atentar contra las soberanías nacionales”. De hecho, Laudato Si’ afirma que existen «propuestas de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales.
Por ello, con el coraje que lo caracteriza Francisco escribe: “Es loable la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensibilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales” (§ 38).
El reemplazo de la flora silvestre por áreas forestadas con árboles, que generalmente son monocultivos, tampoco suele ser objeto de un adecuado análisis. Porque puede afectar gravemente a una biodiversidad que no es albergada por las nuevas especies que se implantan. También los humedales, que son transformados en terreno de cultivo, pierden la enorme biodiversidad que acogían. En algunas zonas costeras, es preocupante la desaparición de los ecosistemas constituidos por manglares (§ 39).
Los océanos no sólo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de la vasta variedad de seres vivientes, muchos de ellos todavía desconocidos para nosotros y amenazados por diversas causas. Por otra parte, la vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por el descontrol en la extracción de los recursos pesqueros, que provoca disminuciones drásticas de algunas especies. Todavía siguen desarrollándose formas selectivas de pesca que desperdician gran parte de las especies recogidas. Están especialmente amenazados organismos marinos que no tenemos en cuenta, como ciertas formas de plancton que constituyen un componente muy importante en la cadena alimentaria marina, y de las cuales dependen, en definitiva, especies que utilizamos para alimentarnos (§ 40).
Adentrándonos en los mares tropicales y subtropicales, encontramos las barreras de coral, que equivalen a las grandes selvas de la tierra, porque hospedan aproximadamente un millón de especies, incluyendo peces, cangrejos, moluscos, esponjas, algas, etc. Muchas de las barreras de coral del mundo hoy ya son estériles o están en un continuo estado de declinación: «¿Quién ha convertido el maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color? » se pregunta el Papa con la conferencia episcopal latinoamericana. Este fenómeno se debe en gran parte a la contaminación que llega al mar como resultado de la deforestación, de los monocultivos agrícolas, de los vertidos industriales y de métodos destructivos de pesca, especialmente los que utilizan cianuro y dinamita. Se agrava por el aumento de la temperatura de los océanos. Todo esto nos ayuda a darnos cuenta de que cualquier acción sobre la tierra y los mares puede tener consecuencias que no advertimos a simple vista, y que ciertas formas de explotación de recursos se hacen a costa de una degradación que finalmente llega hasta el fondo de los océanos (Cfr. § 41).
Así Francisco concluye la sección de la pérdida de biodiversidad con una apelo: “Es necesario invertir mucho más en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protección, cuidando con especial preocupación a las especies en vías de extinción” (§ 42). Pero esto no es todo: hay más novedades en Laudato Si’ que vienen de las ciencias sociales.
Los saberes de las ciencias sociales asumidos por la Encíclica.
Uno de los ejes que sustenta y atraviesa toda Laudato Si’ es la íntima relación entre la fragilidad del planeta y los pobres del mundo (sean personas singulares, sean pueblos). Se trata de la convicción profunda de que en el mundo todo está interconectado, intrincado e con-causado. Dicho de otro modo: el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. La Encíclica no es ecológica en el sentido verde, sino ante todo es un documento social.
Laudato si’ nos dice que los peores impactos están recayendo y probablemente recaerán aún más en las próximas décadas sobre los países en desarrollo y los de menores recursos, es decir sobre los pobres del mundo. Muchos indigentes viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales (cfr. § 25).
Los cambios del clima originan asimismo migraciones de animales y vegetales que no siempre pueden adaptarse, y esto a su vez afecta los recursos productivos de los más pobres, quienes también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna (§ 26).
Existen también formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Me acuerdo las explicaciones minuciosas de nuestro académico Ramanathan de las que el Papa se hace eco. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general (cfr. § 20).
El impacto de los desajustes climáticos actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos pobres, en los conflictos generados por falta de recursos y en tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo (§ 48). En realidad, no suele haber toma de conciencia suficientemente clara y activa de que los problemas climáticos afectan particularmente a los pobres y excluidos, y que consecuentemente multiplican la pobreza y la exclusión. Pobres y excluidos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy pocas veces están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, y cuando lo están las más veces sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con los mismos (§ 48).
No se debería perder de vista tampoco el estado de abandono y olvido que sufren también algunos habitantes de zonas rurales, donde no llegan los servicios esenciales, y hay trabajadores reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más digna (154). Todas estas situaciones dramáticas de pobreza y exclusión social, causadas o aumentadas principalmente por el calentamiento global son el caldo de cultivo de las nuevas formas de esclavitud y de la trata humana, tales como el trabajo forzado, la prostitución, la venta de órganos, la dependencia de la droga, etc. Es claro que el pleno empleo y la plena escolarización constituyen la gran defensa contra la pobreza, la prostitución, drogadependencia y el narcotráfico.
Por ello, Francisco se sirve de las ciencias sociales junto con las ciencias naturales. En el mundo globalizado no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo social está relacionado al ecológico y que viceversa un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente. Así concluye Francisco se “debe escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres“(§ 49).
También hay una consideración geopolítica. Mediante esta primera globalización física del recalentamiento de la tierra a través del aire y de los océanos, es evidente que el calentamiento originado por el enorme consumo energético de algunos países ricos tiene sus repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos. A esto se agregan los daños causados por la exportación hacia los países en desarrollo de residuos sólidos y líquidos tóxicos, y por la actividad contaminante de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital (§ 51).
Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social, geopolítica y política que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados, y viceversa toda consideración sociopolítica debe tener una dimensión ecológica integral (§ 93).
Las soluciones para una ecología integral: estamos a tiempo de encarar el problema.
Ahora bien: ¿cuáles soluciones? En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: “Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia”(Si 38,4) (§ 124). Cuidar la tierra no es como cuidar un museo donde hay que solo custodiar y mantener las obras de arte que no tienen vida biológica del mejor modo posible. Cuidar la tierra es justamente también desarrollarla según sus potenciales vitales, según aquellas potencialidades que Dios ha puesto en ella y que corresponde al científico descubrir y activar para el bien común humano, para el desarrollo sustentable de nuestro planeta, con solidaridad generacional e intergeneracional, o sea las nuevas progenies a las cuales les debemos dejar en herencia una tierra más sana de la que enfermamos. Junto con ello cuidar la ecología integral significa erradicar cuanto antes la exclusión y marginalización social, particularmente la pobreza y las nuevas formas de esclavitud que hoy son el negocio más preciado de los traficantes.
En el puesto de las soluciones quiero reconocer y felicitar la obra que está llevando adelante la fundación Amazonas Sustentable en el Estado de Amazonia de Brasil (sea dicho de paso tan grande como todo Europa junta), porque a diferencia de otros aproches respecto de los grandes “pulmones del planeta” para usar la metáfora de Laudato Sí, el proyecto de Amazonas Sustentable sabe integrar la naturaleza con el ser humano llamado a custodiarla y desarrollarla según sus posibilidades, sustentablemente decimos hoy. Muchos pulmones del planeta o reservas de biodiversidad y de agua, se han convertido en“parques nacionales” o sea en áreas protegidas con un estatuto legal que obliga a proteger y conservar la riqueza de su flora y su fauna. En ésta y otras soluciones análogas se ha separado al ser humano del área protegida y se la considera prácticamente semejante a un museo, donde se preserva la región. Pero preservar, no es custodiar desarrollando. La solución que propone Amazonas Sustentable, integra el ser humano en su hábitat originario que es la madre tierra, creando así la inclusión social y el mejoramiento del clima, es decir, solucionando al mismo tiempo las dos emergencias contemporáneas de la exclusión y del calentamiento global. Es algo nuevo cuyo antecedente más parecido, si se me permite, son las reducciones jesuíticas del mil seiscientos y mil setecientos. Hoy habría que difundir el modelo de Amazonas Sustentable, también en la Argentina.
El Papa Francisco afirma que “En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres”. Podríamos afirmar que la regla de oro, base de todas las civilizaciones y tradiciones religiosas, “no hagas al otro lo que no quieres que hagan a ti”, o en positivo, “haz al otro lo que quieres que hagan a ti”, hoy se debe articular según las bienaventuranzas del Evangelio de Mateo 5, y del protocolo con que seremos juzgados de Mateo 25, que miran al otro, al más menesteroso y necesitado en su situación existencial y real de sufrimiento. Esta opción de las beatitudes y de los pobres, de los que sufren, de los que lloran, de los que tienen un corazón limpio, de los mansos, de los misericordiosos, de los pacificadores, los amantes de la justicia y de los perseguidos por realizarla, de los pacificadores y de los pacíficos, es superadora de la regla de oro demasiado abstracta para ocuparse del sufrimiento del otro y del más necesitado. Las beatitudes implican sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como el Papa Francisco ha intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangeliigaudium, exigen contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre y del sufriente a la luz de las más hondas convicciones civiles y de las tradiciones religiosas. Por ello concluye Francisco: “Basta mirar la realidad para entender que esta opción por los pobres y los que sufren de las bienaventuranzas hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común” (§ 158).
Estando en Buenos Aires, una de las ciudades más simbólicas y bonitas del mundo y ciertamente de Latinoamérica, quisiera terminar con las palabras del Papa Francisco en la Misa Criolla de A. Ramírez en la fiesta de María de Guadalupe del 2014, la Guadalupana. “El Magníficat” nos introduce en las “bienaventuranzas”, síntesis y ley primordial del mensaje evangélico. A su luz, hoy, nos sentimos movidos a pedir una gracia. La gracia tan cristiana de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, “porque primero de ellos es el Reino de los cielos y además ellos poseerán la tierra” (cf. Mt 5,1-11). Sea la gracia de ser forjados por ellos a los cuales, hoy día, el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente desperdicio.
Y hacemos esta petición porque América Latina es el “continente de la esperanza”, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Sólo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva.
El filósofo alemán Habermas decía en su diálogo con el Cardenal Ratzinger, que para salvar el mundo de hoy, la política nacional e internacional tiene que traducir en pensamiento social y estructuras socioeconómicas las intuiciones que vienen de la Religión. El discurso más revolucionario, más actual, más humano y más divino, más corto y más profundo, que ningún religioso haya jamás pronunciado en el curso de la historia, son las bienaventuranzas, el Sermón de la Montaña de Jesucristo. Los políticos y hombres de ciencias sociales especialmente latinoamericanos están llamados a pensar como encarnar las bienaventuranzas como ley de la política y de la sociedad, como bienes comunes concretos de la sociedad globalizada, como el nuevo nombre del bien común. Bienaventurado sea el político y el líder religioso o social, que sepa actuar en su pensamiento y en su obrar el programa de las bienaventuranzas de Cristo.