#SomosAlameda

ni esclavos ni excluidos

Gustavo Vera, la lucha contra la trata de personas como causa

ByLa Alameda

Sep 18, 2011


Estimados:

Compartimos nota publicada en el Diario La Nación este Domingo 18 de setiembre con tres aclaraciones:

1. Todas las máquinas textiles que fueron incautadas por la justicia las administra el INTI en un predio del GCBA donde ha conformado un Centro Demostrativo de Indumentaria. En la cooperativa la Alameda todas las máquinas fueron aportadas por donaciones o subsidios del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

2. Es de público conocimiento que a la Alameda por su incesante labor se le requieren informes desde diversos organismos extranjeros y embajadas entre las cuales se incluye la relatora sobre trata de Naciones Unidas, la Organización Internacional para las Migraciones, las embajadas o consulados de Paraguay, Bolivia, Suecia, Australia, Estados Unidos, Italia, entre otros, además de investigaciones de medios internacionales como la agencia EFE, France Press, Al Jazzera, CNN, etc. En la nota sólo se menciona solamente a la embajada norteamericana.

3. Mario Ganora llevó a Scilingo a España, luego que varios organismos y personalidades de Derechos Humanos, entre ellos Alfredo Bravo, Horacio Verbitsky, Antonio Cartaña acordaran entregarlo no sólo para que tenga un juicio justo y sea condenado como correspondía, sino además para que de el listado de los torturadores del aparato genocida, algo que efectivamente hizo y contribuyó enormemente a la causa por la verdad y justicia. Mientras tanto, como corresponde, Scilingo sigue preso.

Domingo 18 de septiembre de 2011 | Publicado en edición impresa

El Perfil
Gustavo Vera, la lucha contra la trata de personas como causa

Su nombre saltó a los medios cuando desde la ONG La Alameda denunció la esclavización de trabajadores bolivianos en talleres clandestinos. Ahora vuelve a sonar por su denuncia contra el juez Zaffaroni, dueño de departamentos en los que se ejercía la prostitución. Quién es este maestro de lengua en una escuela de Villa Lugano y por qué parece tener tantos amigos como detractores

Por Evangelina Himitian | LA NACION
Foto: FERNANDO MASSOBRIO

Las paredes de su oficina anticipan que se trata de un personaje ecléctico, que juega una carta de cada palo. Allí, en el subsuelo de La Alameda, conviven un retrato del Che Guevara con una foto del cardenal Jorge Bergoglio. Un afiche de Presidencia de la Nación, otro del Gobierno de la Ciudad, escritos de Trotsky, un mapa de China moderna y un afiche de una convocatoria a una misa el próximo 23 de septiembre. Además de un cartel que reza: “Jaque al rey y a su Corte”.
Gustavo Vera tiene 47 años, casi 10.000 amigos en Facebook y unos cuantos enemigos en la vida real, sobre todo desde que denunció al juez de la Corte Eugenio Raúl Zaffaroni porque en seis departamentos suyos funcionaban prostíbulos. Pese al revuelo inicial, la causa no tuvo grandes avances hasta ahora.
¿Quién es Gustavo Vera y cómo llegó a denunciar a un juez de la Corte? Maestro de lengua y sociales en una escuela de Villa Lugano, además de un vecinalista que hizo de la lucha contra la trata su bandera, sus detractores lo definen como el “trotskista de Dios”, un militante de izquierda que, tras defender la toma de fábricas, denunciar a talleres que esclavizan a bolivianos y apropiarse de un bar en Parque Avellaneda, hace tres años hizo un giro ideológico: inició diálogos con la Iglesia y con funcionarios norteamericanos.
Según esta línea, su acercamiento al cardenal y su vínculo con representantes de la embajada de EE.UU. explican los “ataques al defensor de los valores kirchneristas”, tales como la ley de matrimonio igualitario y la despenalización del consumo de drogas.
“Uno espera estos ataques de sectores de la derecha. Pero el encono se desató por el hecho de que un ?compañero’, que en su militancia comulgó con los postulados de Zaffaroni, ahora, por sacar un rédito político, lo ensucie. Esto es una canallada que viene de lo más cercano, de las propias filas”, dice a LA NACION Hernán Jaureguiber, abogado que impulsó una demanda del hijo de un desaparecido contra la Iglesia que sacó de su acta bautismal a Jorge Videla como padrino y lo convirtió en ahijado de Néstor Kirchner.
Vera se crió en el partido de San Martín, hijo de una profesora de Aikido -que a los 78 años sigue dando clase- y de un metalúrgico. Su actividad sindical comenzó con el retorno de la democracia. En 1986 se recibió de maestro e integró la Lista Marrón de la Unión de Maestros Primarios, un frente de izquierda independiente. En los 90, editaba un periódico sindical que se distribuía en fábricas del norte del conurbano. Encontró su lugar en el mundo (y en los medios) en la asamblea vecinal que se armó en Parque Avellaneda en diciembre de 2001, y que decidió tomar el bar La Alameda, en Lacarra y Directorio.
Vera se convirtió en el vocero de las cooperativas de empresas recuperadas. El 30 de marzo de 2006, su lucha encontró un nuevo eje con el incendio en un taller textil en Caballito, en el que murieron seis bolivianos. Desde entonces, Vera, que recibía a cientos de inmigrantes de esa nacionalidad en el comedor de La Alameda, se volvió el “enemigo número uno” de los talleres clandestinos. También de diseñadores top. Disparó en todas direcciones. Sus denuncias hicieron que Máxima Zorreguieta sacara de su vestuario las prendas de su diseñadora favorita. Y apuntaron incluso a la familia de la mujer del jefe de gobierno porteño, Juliana Awada.
Sin embargo, también hubo denuncias en su contra. Por ejemplo, Mario Ganora, su número dos, fue abogado del represor Adolfo Scilingo, que en 1997 admitió ante el juez español Baltasar Garzón haber participado en los vuelos de la muerte. Vera defiende: “No fue su defensor. Fue en representación de agrupaciones de Derechos Humanos para garantizar que tuviera un juicio justo… para que se lo juzgara, efectivamente”.
En 2007, Alfredo Ayala, representante de la Asociación Federativa Boliviana, organizó una manifestación frente a La Alameda para acusar a Vera de que, con las máquinas de costura incautadas, había montado un taller propio. “Sí, armamos un taller, pero las máquinas las compramos con aportes de organismos internacionales, subsidios del gobierno nacional y otras que nos dio el mismo Gobierno, dentro de un programa de renovación de maquinaria”, dice Vera.
Claro que los subsidios oficiales se cortaron en el último tiempo. Vera cree que el detonante fueron las denuncias por los 25 prostíbulos de la zona roja conocida como “Las Casitas”, de Río Gallegos, un caso que comprometió a funcionarios cercanos al kirchnerismo.
Garantía de origen
La producción del taller de La Alameda se vende por Internet y en locales de Palermo, con la marca NoChains y una leyenda que garantiza que son prendas libres de trabajo esclavo. Unos 600 bolivianos y peruanos fueron liberados de los talleres clandestinos.
El sistema de los talleres puso en evidencia que había una red que se encargaba de captar bolivianos para traerlos engañados. Vera se vinculó con asociaciones de lucha contra la trata de personas, y así explica su trato con funcionarios extranjeros. También tuvo un acercamiento al Arzobispado. Fue en 2008, cuando se organizó la primera misa por los cartoneros y costureros, en la iglesia Nuestra Señora de los Migrantes, en La Boca. “Ibamos a meternos con temas complejos sobre redes de trata que vinculaban a la cúpula de la Policía Federal. Fuimos a ver a Bergoglio y le dijimos que no queríamos aparecer flotando en el Riachuelo. Queríamos el respaldo del cardenal. ¿Cómo respondió él? Organizó la primera misa”, explica Vera, sin vueltas.
“Pero en esto (por las denuncias contra Zaffaroni), Bergoglio no tiene nada que ver. El apoyo lo tenemos porque somos rectos, no somos chorros, luchamos contra la explotación. Nunca se nos pidió un posicionamiento sobre el aborto o el matrimonio homosexual. Yo no sé si Zaffaroni sabía o no qué ocurría en su propiedad. Pero creo que tiene mucho que decirle a la Justicia”, afirma Vera.
Los colaboradores del cardenal aseguran que Bergoglio le tiene un gran aprecio y respeto. Que suele desear que muchos “cristianos” tuvieran “la honestidad de Vera”. De todas formas, le resulta creíble la versión de Zaffaroni, de que podía no estar enterado de lo que ocurría en sus departamentos. Un documento del Ministerio Público Fiscal al que accedió La Nacion señala que, el 19 de mayo de 2010, el fiscal Marcelo Colombo ya investigaba y había allanado tres de los inmuebles.
Cuando se le pregunta a Vera si es católico, enseguida se despacha con un elíptico “tengo nueve años en la Unión Scout Católica Argentina”. Después admite que eso fue a los 14 años y que desde entonces es ateo.
¿Cómo llegó a denunciar a Zaffaroni? De casualidad, o, mejor dicho, sin saber que esos departamentos eran del juez. Así lo consignó en la ampliación de su declaración ante el fiscal general Esteban Righi, luego de que estallara el escándalo. El 15 de diciembre de 2009, La Alameda había denunciado la existencia de más de 600 prostíbulos en departamentos en la Capital.
Según Vera, fue el periodista Facundo Falduto, del Perfil, que había recibido la denuncia de vecinos de uno de los departamentos de Zaffaroni, quien, al cruzar la información con los datos de La Alameda, descubrió que coincidían los domicilios. ¿Coincidencia o tiro por elevación de los sectores más conservadores para golpear la ética kirchnerista? ¿Vera es un valiente o un oportunista que atacó a sus compañeros de militancia?
LA NACION quiso saber qué pensaba Zaffaroni de Vera, pero sus colaboradores respondieron que no iba a hablar. Cuando se desató el escándalo, en las redes sociales proliferaron mensajes en apoyo a Zaffaroni. Contradicciones si las hay: más de 200 amigos de Vera en Facebook se identificaron con el #YOTEBANCOZAFFA.
Los dos perfiles que Vera tiene en la red social aportan más contrasentidos: entre sus amigos figuran Agustina Albistur, hija del ex secretario de Medios kirchnerista y Abel Fatala, subsecretario de Obras Públicas, Ministerio de Planificiación. También muchos que en su avatar colocan una foto de la Presidenta o que entre sus grupos de interés marcaron 678. En el último tiempo, los alumnos de sexto grado de la Escuela N°10 de Villa Lugano, Italo Foradori, se acostumbraron a ver a su maestro como una celebrity .
No es menor el desafío que enfrenta cada mañana Vera en el aula: la mitad de sus estudiantes procede de la Villa 20 y muchos de sus padres estuvieron involucrados en la toma del Parque Indoamericano. La otra mitad vive en monoblocks y sus padres lucharon para evitar la toma. En ocasiones, el aula se divide entre los hijos de los dueños de talleres y los de los trabajadores explotados.
“No es fácil la labor que tiene a cargo -dice Cristina Journet, ex directora de la escuela de Lugano y que tuvo a cargo a Vera desde 2002-. Es un hombre coherente. De convicciones. Y excelente docente, que transmite la pedagogía de la esperanza, como diría Freire. Enseña a los chicos a ser ciudadanos de la paz”.
En estos días, Vera se entusiasma con una nueva denuncia contra una textil que, asegura, vincula a un funcionario cercano a la Presidenta. Cuando se le pregunta si no le da miedo insistir, dispara: “Ojo, que para Juliana [Awada] también hay.”
-¿No se van a quedar solos?
-No, nosotros nacimos pidiendo que se vayan todos, ahora insistimos. Como verás, somos coherentes.

QUIEN ES
Nombre y apellido:
Gustavo Vera
Edad : 47 años
Docencia y activismo
Hijo de una profesora de Aikido y un metalúrgico, es maestro en una escuela en Villa Lugano y director de la ONG La Alameda, pero se lo conoce sobre todo como activista de la lucha contra la trata de personas.
De los talleres a los prostíbulos
Sus denuncias sobre la explotación en fábricas textiles tocaron importantes intereses empresariales, y más recientemente denunció el ejercicio de la prostitución en departamentos del juez Eugenio Zaffaroni.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *