Este artículo fue escrito por el amigo personal del Papa Francisco, el teólogo protestante y ex director de Sociedad Bíblica Argentina, Marcelo Figueroa para La Alameda.
El Papa Francisco inició el año jubilar de la misericordia. Al abrir la puerta santa de san Pedro pronunció unas tradicionales y muy significativas palabras: “Es ésta la puerta del Señor. Abridme las puertas de la justicia”.
El año de jubileo es una tradición judeo-cristiana. Al comienzo de su ministerio público Jesús convocó a un año jubilar en una sinagoga de su pueblo de Nazaret. Resultan siempre actuales sus palabras en ese momento, tomadas de los textos de primer Testamento: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.
Las palabras misericordia, justicia y gracia aparecen como llaves hermenéuticas de aquellos y de estos tiempos.
Misericordia significa una actitud del corazón hacia los más necesitados. En su etimología está claro este concepto: “misere” (necesitado) y “cordis” (corazón). Esta acción concreta está destinada en favor de los pobres, los marginados y todos los excluidos y nos interpela a todos en general y a los poderosos en particular. La justicia en los términos de los dichos de Jesús está hermanada a la liberación. ¡Es impostergable la denuncia profética y la acción de rescate de todas las maneras de cautiverio y esclavitudes actuales! La gracia aparece como un agente renovador, contenedor y transformador individual y social. Francisco en la Misa previa pidió vivir:“la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”.
Para ningún cristiano, creyente de otras religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, éste debería ser un año más. Hagamos votos y acciones concretas para que vivamos en un país y en un mundo donde la misericordia ponga al ser humano más necesitado en el centro, donde llegue la liberación para todos los esclavos en todas sus formas actuales y donde el poder transformador de la gracia reciba con dignidad a todos los excluidos.
Dependerá de nosotros abrir las puertas necesarias para esto, tanto las interiores como las exteriores. Hagámoslo con coraje, inspirados en las palabras de Francisco frente a la puerta santa “Abridme las puertas de la justicia”.