Compartimos un fragmento introductorio de la jornada de capacitación llevada a cabo el viernes 20 de mayo en la que Patricia Gordon, psicóloga y referente de la Alameda Mar del Plata, fue invitada a participar por la Directora y Supervisoras de Educación de la Municipalidad de General Pueyrredón, destinada a directivos, docentes e integrantes de equipos técnicos. “Una grata experiencia que una vez más me marca que este sueño de la transformación es posible cuando le podemos poner palabras al sufrimiento y a partir de allí construir otras realidades, mirándonos, mirando a nuestros niños, niñas y jóvenes, apostando a la ternura como base y soporte de estos seres que harán el futuro, en estrecha conexión con el buen trato que ellos y nosotros nos merecemos”, aseguró Gordon.
El material fue filmado y será distribuido en ámbitos educativos.
Linajes de la crueldad.
Asistimos a una época en la tal vez no esperábamos hace algunos años, teniendo en cuenta los grandes avances que se fueron sucediendo en cuanto a formas legales, teorías del conocimiento, practicas innovadoras, que estos linajes de crueldad sobrevivieran en medio de tantos esfuerzos y cambios sociales que prometían soplar nuevos vientos. No es cuestión de creer que una instancia arraigada en lo más profundo de la constitución subjetiva, la agresividad inaugural del ser humano, pudiera ser acaso extinguida, aunque no es lo mismo hablar de agresividad equiparándola a la violencia.
Pero lamentablemente la realidad de las denuncias actuales sobre violencia de género, maltrato infantil, abuso sexual, trata y tráfico de menores nos indican que por lo menos nos queda un largo recorrido y que ese camino tendrá que ser trazado fundamentalmente por quienes trabajamos cercanxs a nuestros niñxs y jóvenes. Como así también por políticas, programas y leyes acordes a la situación que vivimos.
Seguramente es parte de la cotidianeidad de muchxs de ustedes, el encuentro con las consecuencias de estos fenómenos que vamos a abordar en el día de hoy, ya sea por la simple observación de situaciones o actitudes y muchas veces también por hechos que merecen la intervención institucional. Frases tales como: “me quedo sin recursos”, “adonde recurrimos”?, “como intervenimos?”, “será verdad”?, más el permanente desacomodamiento de las emociones, sentimientos y percepciones de la realidad frente a los efectos de la crueldad que toma la forma de las violencias en nuestra sociedad, circulan en diferentes contextos institucionales y afectan, no sin consecuencias nuestras prácticas y nuestra subjetividad.
Para profundizar en estos fenómenos a los que me refiero podemos comenzar por definir algunos términos más generales en relación a la violencia: “Actos de violencia fueron constitutivos de la cultura, de la familia y lo son del ser humano, pero también la violencia es soporte de la crueldad y su consecuencia, el sufrimiento humano más doloroso que es el proveniente del semejante y fundamentalmente del semejante significativo” (Fernández Santos) quien a su vez toma dos definiciones del psicoanálisis vincular y del enfoque interdisciplinario. Veámoslas: “La violencia familiar es el ejercicio absoluto del poder de uno o más sujetos sobre otro, que queda ubicado en el lugar de desconocimiento, esto es, no es reconocido como sujeto de deseo y reducido, en su forma extrema, a puro objeto. Dicho de otro modo, consideramos a la violencia por su eficacia, la de anular al otro como sujeto diferenciado, sumiéndolo en una pérdida de identidad y singularidad que señala el lugar de la angustia”
“El termino violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre miembros de una familia. Se denomina relación de abuso a aquella forma de interacción que, enmarcada en un contexto de desequilibrio de poder, incluye conductas de una de las partes que, por acción o por omisión ocasionan daño físico y/o psicológico a otro miembro de la relación…la relación de abuso debe ser crónica, permanente o periódica”
Miradas sobre la violencia institucional (haciéndonos cargo de nuestras propias violencias)
La cultura de la mortificación constituye un estado de des vitalización y apagamiento colectivo por las condiciones en las que se desarrolla una tarea. Ulloa se refiere a la importancia y eficacia de nombrar, dentro de esa cultura de la mortificación, los matices del sufrimiento para así adquirir una conciencia compartida.
Tres factores a tener en cuenta para llegar a la idea de una cultura de la mortificación:
Síndrome de violentación institucional: se pierde funcionalidad vocacional, capacidad creativa y eficacia, también pérdida de interés por la tarea y por los otros.
Encerrona trágica: efecto de lo siniestro. Lo hostil termina siendo familiar, sentimiento de sin salida, rumores.
Neurosis actuales: todo toma forma de presente mortífero e inalterable, abanico de reacciones neuróticas.
Abusos Sexuales:
Sin nos remontamos a la historia de la infancia podemos comprobar que los cuerpos de los niños y niñas han sido abusados a lo largo de los siglos y que no estamos ante un nuevo fenómeno.
La mayor parte de los autores coincide en que son actos en los que un adulto somete a un niño sexualmente a través de la asimetría del poder y que ese niño o adolescente no posee un desarrollo emocional ni cognitivo como para dar su consentimiento. Muchas veces esto transcurre sin que haya violencia física. Incluye todos los contactos sexuales, no es necesario que haya una violación. No es privativo de una clase social, ocurre en todo los niveles y no hace distinción de sexo, aunque la mayoría son niñas y los abusadores varones.
En el incesto nos referimos una función simbólica parental. Así es como se borran todos los límites de los miembros de la familia y genera confusión entre los sexos, es un atentado contra el orden genealógico…