Reproducimos la entrevista realizada a Gustavo Vera por el periódico tucumano La Gaceta.
Fuente: lagaceta.com.ar
Por Guillermo Monti
Amigo personal del papa Francisco y titular de la Fundación La Alameda, Gustavo Vera llegó a Tucumán para presentar “La amistad no se negocia”, un libro singular que reúne 516 cartas que Jorge Bergoglio le envió desde El Vaticano entre 2013 y 2025. Atravesadas por los grandes dilemas políticos, sociales y espirituales de la época, las misivas permiten reconstruir el pensamiento de un Papa que eligió incomodar al poder y predicar con el ejemplo.
La Asociación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP) abrió sus puertas para la presentación de este libro, que explora numerosos aspectos poco conocidos de la obra de Francisco. Tiene además el valor testimonial de tratarse de una correspondencia entre amigos, aunque no están las cartas que le escribió Vera (“fueron como 3.500”, dice entre sonrisas), sino las que terminaron retratando a un Papa que el mundo no deja de extrañar.
– ¿Cuál es la historia detrás de “La amistad no se negocia”?
– El libro fue elaborado en un contexto de duelo, porque yo perdí a un amigo, a un hermano, a un padre. Cuando perdés a un ser querido te aferrás a los recuerdos y tratás de reconstruir lo mejor que transitaste con esa persona. En ese proceso empecé a revisar las cartas. Para mí era habitual la correspondencia, los encuentros personales o las llamadas telefónicas. Pero cuando me puse a ordenar ese material me di cuenta de que había un volumen muy grande de cartas y, además, que no solo era importante el volumen, sino el contenido. Había cosas que eran interesantes para transmitir al pueblo. Son 516 cartas que Francisco me escribió como amigo, pero lo que decía podría haberle correspondido a cualquiera. No son cartas privadas en el sentido egoísta, sino mensajes con una profundidad que excede el vínculo personal.
– ¿Cómo armaste el libro y cuáles son sus temas?
– El libro está dividido en 30 capítulos y aborda distintos temas. Uno muy importante es la ética social en el ejercicio del poder. También el cuidado de la casa común, su preocupación por (la encíclica) Laudato si’, el Acuerdo de París, el acuerdo de Glasgow y cómo apoyó luchas ambientales concretas en la Argentina. También aparecen la lucha contra el narcotráfico a nivel mundial, el trabajo interreligioso y la cultura del encuentro. Hay mucho sobre las guerras; su posición frente a los conflictos armados, la angustia que él tenía y cómo trataba de generar lazos para detener esas guerras. Están los viajes apostólicos y los desafíos que implicaba cada uno. A veces escribía cartas cuando volvía, haciendo un balance; otras veces antes de salir, con las dudas que tenía.
– ¿Y desde lo espiritual?
– Me reenseñó a leer la Biblia, a leerla en clave de coyuntura internacional y nacional. A entender el papel de los profetas hoy: Jeremías, Isaías, Job, Judas Macabeo, Judith, los apóstoles. Y a comprender cómo transitar situaciones de gran dolor personal o social, en las que el dolor es inevitable, pero donde también es posible discernir y convertir ese dolor en semilla de sabiduría. Semillas que preparan un porvenir mucho mejor, tanto para los procesos sociales como para las personas en lo individual.
– ¿Cuál es el legado que va dejando el Papa en las cartas?
– En muchos traspiés y situaciones angustiantes, Francisco tenía una pedagogía muy clara: planteaba que sólo se sabe cuando se sufre. Que, más allá de lo que uno esté viviendo, frente a eso no siempre se puede hacer algo para cambiarlo, pero al menos se lo puede transitar con sabiduría y no con enojo. Él insistía en que algo hay para aprender de ese dolor, de esa tragedia que atraviesa a un pueblo o a una sociedad. Hay temas vinculados a Cromañón, por ejemplo, y esa frase tan fuerte: “a Buenos Aires le hace falta llorar, a la Argentina le hace falta llorar”. También habla de la tragedia de Once y de otros acontecimientos que marcaron a la humanidad.
– ¿Qué otras enseñanzas transmite?
– Enseña el discernimiento. Francisco era un maestro en materia de discernimiento: esa combinación de meditación, oración, diálogo con Dios y, al mismo tiempo, el despojarse de los egos y las vanidades para poder ver con claridad los objetivos. Creo que el libro tiene mucho de sabiduría. Sabiduría jesuítica, pero también sabiduría popular. Muchas de estas ideas están plasmadas en homilías, pero acá aparecen de un modo muy argentino, escritas de un argentino a otro argentino. Aparece su nostalgia por la Argentina, su nostalgia por San Lorenzo, sus deseos de venir, pero también sus temores de que su visita pudiera profundizar la grieta.
– ¿Creés que se arrepintió de no haber vuelto a la Argentina?
– No, no. Yo creo que estaba muy dolido por no estar en la Argentina. Te puedo asegurar que debe haber pocos Papas que se hayan ocupado tanto de su país todos los días como se ocupaba Francisco, además de atender todos los temas mundiales. Pero él anteponía su deseo y su nostalgia a una cuestión concreta: sabía que acá iba a ser objeto de profundas disputas entre unos y otros, y que su mensaje podía ser deformado o distorsionado. Francisco hacía viajes que sirvieran para unir, para parar guerras, como en Armenia y Azerbaiyán; para abrir diálogos, como entre Cuba y Estados Unidos; o para impulsar procesos de paz, como en Colombia o en la República Centroafricana. No le gustaba viajar por viajar.
– ¿Y en nuestro caso particular?
– Siempre decía: “voy a ir a la Argentina cuando sienta que puedo ser un instrumento de unidad nacional”. Instrumento, no líder. Facilitar, canalizar, cuando los políticos pudieran al menos dialogar sobre cuatro o cinco puntos básicos. Él estaba condicionado por una grieta muy profunda. No obstante, preparaba su viaje para el final de su magisterio. Eso se nota claramente y hay pruebas: lo dice en algunas cartas publicadas en el libro y también lo anticipa en entrevistas que dio en 2023 a periodistas como Sylvestre, Fontevecchia o Hadad.
– ¿Qué pasó en el medio?
– Un viaje a Indonesia muy necesario, porque iba a sellar un acuerdo con un sector musulmán muy importante para trabajar temas concretos vinculados a la paz mundial. Ese viaje, por el clima, los horarios y el estado de su salud, agravó su cuadro. En el primer cuatrimestre de 2025 las cosas se precipitaron, lamentablemente. Si no, estoy seguro de que en 2025 hubiera estado en su patria.
Creo que hay un interés en distorsionar u ocultar lo que fue Francisco
– ¿Creés que hemos tomado conciencia de la figura histórica de Francisco?
– Creo que el pueblo común y sencillo lo intuye. Hay un amor muy grande por Francisco, a pesar de que no volvió. Tiene que ver con que, aún a la distancia, era una encarnación del Evangelio. Uno veía que era auténtico, que no era una pose. No daba una homilía y se iba a dormir la siesta al palacio: daba una homilía y metía los pies en el barro para frenar masacres, para intentar parar la guerra en Ucrania, para evitar conflictos y sembrar fraternidad.
– ¿Y entonces?
– Creo que hay un interés en distorsionar u ocultar lo que fue Francisco. Él predicaba con el ejemplo, no sólo como obispo, sino como Papa. Renunció al Palacio Apostólico y se fue a vivir a una habitación muy sencilla en Santa Marta: un cuartito, con un escritorio y un sillón. Almorzaba con los mozos y cocineros en el comedor comunitario, se ocupaba permanentemente de la gente en situación de calle alrededor del Vaticano. Estaba atento a temas de pobreza, esclavitud, migración y refugio, y trataba de aportar soluciones, muchas veces personales. Por ejemplo, envió dinero de su propio bolsillo a víctimas de trata, aun cuando las causas ya estaban prescriptas. Nunca lo hizo público. También intervino muchas veces por la Argentina para evitar embargos y presiones de los fondos buitre. No importaba quién gobernara: amaba profundamente a su patria.
– También avanzó con reformas dentro de la Iglesia…
– Sí, y no le salió barato. Hay un capítulo del libro sobre eso. La limpieza del sistema financiero del Vaticano implicó cerrar 4.500 cuentas que funcionaban como canales de lavado vinculados al tráfico de armas y drogas. Francisco quería una Iglesia sana y limpia, y eso incluyó la lucha contra la pederastia. Sabía que estaba pisando un terreno muy resbaladizo, pero rompió el secretismo y habilitó que las causas fueran judicializadas como corresponde en cada país.
– ¿Por qué genera tanta incomodidad su figura entre los poderosos?
– Porque planteó la ética social en el ejercicio del poder. Para Francisco no puede haber una sociedad justa, inclusiva y sustentable sin ejemplaridad dirigencial. Predicar con el ejemplo, sostener con el cuerpo lo que se dice con la palabra. Además, se metió con intereses muy complejos: empresas de transgénicos, la industria petrolera, el modelo energético basado en combustibles fósiles. Para muchos gobernantes es incómodo no tener un obispo que los bendiga todo el tiempo.
– ¿Cuál es tu conclusión?
– Francisco promovió la fraternidad humana basada en los buenos corazones. Decía que es absurdo que el mundo viva como vive cuando el 80% de la población cree en Dios, en la trascendencia y en el prójimo. Nos enseñó que la Iglesia empieza en el corazón de cada uno. Por eso eligió ser enterrado fuera del Vaticano: como diciendo que la Iglesia no es un edificio, sino una experiencia viva en cada persona.
