Ayer por la tarde participamos por la Alameda en un taller sobre la resistencia al neoliberalismo en África y Sudamérica junto a compañeros de Kenia y Senegal. Aquí los extractos de nuestra intervención.
1. Durante la mayoría de la década del 90 América Latina tuvo gobiernos neoliberales que entregaron las economías al control de las multinacionales imperialistas y atacaron duramente los derechos laborales que la clase obrera había conquistado a lo largo de muchas décadas. Aprovechando el impacto negativo en la conciencia de millones de trabajadores de la caída de la URSS y los Estados del Este, la globalización de los mercados y la dispersión de las fuerzas populares, el neoliberalismo logró avanzar profundamente en las economías latinoamericanas provocando cierre de fábricas, extranjerización de la economía, aumento de la desocupación, precarización laboral y aumento de la explotación y la productividad. Los capitalistas sentían que ese era el momento de avanzar contra los derechos obreros y llevar al pueblo a condiciones extremas de miseria y desocupación.
2. Pero a fines de la década del 90, cuando los obreros y campesinos ya no pudieron soportar los niveles de miseria y explotación, comenzó una ola de rebeliones populares en varios países latinoamericanos que terminarían con la era de los gobiernos neoliberales. Los campesinos toman la casa de gobierno en Ecuador, las comunidades del Alto barren con el gobierno de Sánchez de Lozada en Bolivia, los venezolanos llevan a Chávez al gobierno, mientras que en la Argentina el pueblo se moviliza y expulsa al gobierno de De la Rúa. El ciclo del capitalismo salvaje y neoliberalismo agonizaba.
3. Sin embargo, entre los movimientos sociales que fueron actores de esas rebeliones había muchas discusiones acerca de qué políticas, que sistema debía reemplazar al capitalismo salvaje de los neoliberales. Dentro del bloque de países sudamericanos se abrieron así tres tendencias:
a) gobiernos que impulsaban cambios de fondo y tratan de dar mayor poder a la clase obrera y el pueblo como Bolivia y Venezuela y en menor medida Ecuador;
b) gobiernos que tratan de reemplazar a la burguesía imperialista por una burguesía nacional en el control del mercado como los casos de Brasil y Argentina
c) o gobiernos que siguen siendo liberales aunque con mucha mayor moderación como Colombia o Chile por temor al efecto contagio de las rebeliones populares en países vecinos.
Sin embargo, la característica del nuevo periodo es que las masas están a la ofensiva y según el grado de organización y lucha obligan a los gobiernos a ceder reivindicaciones y derechos que les habían arrebatado durante la década del neoliberalismo salvaje.
4. El momento más álgido de las disputas fue a fines de la década pasada y principios de la actual, cuando se sucedían crisis, devaluaciones de las monedas y rebeliones populares. En ese período caen varios gobiernos producto de la insurrección popular. Sin embargo, al poco tiempo las condiciones internacionales favorecen a las economías sudamericanas basadas en las materias primas y comienza un ciclo de recuperación que duran hasta la fecha. Esa recuperación permitió a varios gobiernos adquirir mayor estabilidad en base a reformas que si bien beneficiaron en mucho a los trabajadores, todavia estaban lejos de avanzar hacia la socialización de los medios de producción más importantes, con la excepción de Venezuela y en menor medida Bolivia y Ecuador.
5. Una característica de esta década es que algunos gobiernos reformistas sudamericanos pretenden presentarse a si mismos como progresistas y antiimperialistas, aunque en la práctica no avanzan en la redistribución de la riqueza ni en el desmantelamiento del control de las multinacionales. No obstante, son gobiernos que tienden a dar concesiones a la clase obrera y el pueblo cuando estos ganan la calle por sus reivindicaciones. Son gobiernos asustados por la rebelión popular que no quieren socializar los medios de producción, pero otorgan concesiones parciales a las masas por temor a que se reinicie un ciclo de rebeliones populares como las de principio de la década.
6. El ciclo de recuperación económica de Sudamérica no fue acompañado de políticas profundas de redistribución de la riqueza y ello explica que pese a los índices positivos de la economía y al mejoramiento de las condiciones de vida de un sector de la población, todavía sigue habiendo muchos excluidos e incluso trabajadores sometidos a trabajo forzoso o esclavo. Las burguesías siguen buscando la máxima ganancia y reducir los costos laborales, pero para evitar enfrentar a sus propios trabajadores recurrieron a la trata de personas con fines de explotación laboral. Van a buscar a zonas muy pobres a trabajadores en situación muy vulnerable y con promesas engañosas los trasladan a otra región para esclavizarlos en la industria textil, la agricultura, la construcción, el calzado entre otras ramas de la economía. La trata y el trafico de personas para ser explotadas laboralmente ha crecido en Sudamérica paradójicamente en un momento en que los índices de la economía indican crecimiento.
7. Lo más notable de la resistencia obrera de la última década, ha sido la organización de los trabajadores excluidos, informatizados e incluso hasta de los ex esclavizados. Sectores de la clase obrera que no tienen representación sindical y que fueron creando organismos de lucha propios para imponer sus reivindicaciones. Las juntas en el Alto en Bolivia, las comunidades campesinas en lucha en Ecuador, los campesinos sin tierra en Brasil, los piqueteros y el movimiento de fábricas recuperadas en la Argentina son un ejemplo de estas nuevas formas de lucha de los trabajadores que hasta ahora no tenían representación, voz, ni voto. Esas organizaciones han sido claves en las transformaciones ocurridas en Latinoamérica, incluso en las concesiones parciales que los gobiernos reformistas se vieron obligados a otorgar.
8. En Sudamérica hoy hay cientos de fábricas que fueron tomadas y puestas a funcionar bajo control obrero, varios miles de kilómetros de hectáreas que fueron recuperados por las comunidades campesinas, nuevas cooperativas obreras que agrupan a sectores que antes estaban excluidos, bienes de producción de esclavistas en el campo y la ciudad que han sido confiscados por el estado y reutilizados por los trabajadores. Hay un despertar creciente de los sectores laborales informatizados, precarizados, esclavizados y excluidos que reclaman sus derechos con lucha y movilización. Y comienza a haber una conciencia entre los sindicatos que defienden a los trabajadores formales que es necesaria la unidad de los formales e informales, de los incluidos y excluidos para que la causa obrera tenga éxito en sus reivindicaciones.
9. Después de una década de lucha y recuperación parcial de conquistas, muchos comienzan a advertir que la alternativa a las políticas de neoliberalismo salvaje de los noventa no pueden ser la de reconstruir y apoyar a sus burguesías nacionales que también los explotan y excluyen. Que es hora de pensar en la socialización de los medios de producción y cambio bajo el control de los trabajadores y el pueblo.
La burguesías nacionales se han recuperado basando su acumulación de capital en el trabajo basura y esclavo, en el lavado de dinero e incluso en su asociación con el crimen organizado donde las victimas son las mujeres, los migrantes y los sectores más pobres. El llamado capitalismo nacional que se impulsa como “modelo alternativo” en algunos países sudamericanos está mostrando sus enormes limitaciones para mejorar la situación de los trabajadores y para terminar con el predominio imperialista. Ocho años de crecimiento económico sostenido no han servido para terminar con el hambre y la exclusión porque la matriz de distribución de la riqueza sigue siendo en beneficio de la máxima ganancia de los capitalistas.
10. A 20 años de la caída de la URSS y Europa del Este, cuando el capitalismo se globalizaba y se jactaba de que era el fin de la historia,, el movimiento obrero debate en las calles y en las fábricas la reconstrucción de sus históricos ideales por la socialización de los medios de producción y por una sociedad sin explotadores, ni explotados.