Por Pablo Sáez, titiritero y asesor en cultura del Bloque legislativo Bien Común
Aquí un apunte sobre la política cultural que lidera el ministro Hernán Lombardi del PRO.
El año legislativo 2014 cierra con una aparente conquista: la Ley de Centros Culturales. Con encendidos discursos los diputados del Pro y del Frente para la Victoria consagraron un proyecto que venía siendo postergado y sin tratamiento en la Comisión de Cultura. Definido a puertas cerradas y puesto en sesión fuera de temario a última hora, la ley permite un final feliz luego de la pasada sesión escandalosa alrededor de la concesión de un campo de golf, donde fue amenazado de muerte un legislador de la oposición por otro de la banca mayoritaria. En festivo recinto, las flores iban y venían: gracias al trabajo aunado de oficialismo y oposición la justicia llegaba para los más 60 centros culturales clausurados durante el año. Es que la Agencia Gubernamental de Control (AGC) fue implacable para los cierres de centros culturales independientes, no así para proceder siquiera a la inspección de más de 100 narcoprostìbulos denunciados por La Alameda. Tampoco se dijo que la ley que impulsó MECA (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos) y que hizo suya el Frente para la Victoria, y que luego reformuló con el Pro, es rechazada por ENECA (Espacios Culturales Autónomos). Esta entidad que nuclea gran cantidad de centros culturales sociales y políticos considera que esta ley habilitatoria va a legitimar el cierre de centros que no cuentan con los recursos para alcanzar la norma. Pero es así la cultura, el ámbito por excelencia de la ideología y de sus luchas por la hegemonía.
Cultura en la Legislatura, sandwichitos con los famosos.
El nombramiento de Marcelo Tinelli como “personalidad destacada de la cultura” por la Legislatura porteña desató una polémica. Desde la esfera oficial defendieron la distinción apelando a la “cultura popular” propiciada el conductor, en un enfoque casi antropológico. Desde otros sectores más críticos, el rechazo fue tajante. El diputado Gustavo Vera sostuvo que Tinelli es objeto de denuncias dentro del país y del exterior entre otros motivos por cosificar a la mujer y naturalizar creencias discriminatorias; mientras que José Pablo Feinmann lo consideró el máximo responsable de la “ideotización masiva y antidemocrática”. En la ceremonia de entrega, de gran cobertura mediática y lujoso catering, estaban todos: Intendente, Ministro de Cultura, diputados Pro. Un claro gesto polìtico de apoyo a una figura amiga del poder en la ciudad. Pero el premio se degrada año a año: un estudio de la actividad parlamentaria revela que si en 2013 tres de cada diez leyes eran para nombrar personalidad destacada. La tendencia en 2014 fue en aumento: las declaraciones ocupan cada vez más porcentaje de las leyes aprobadas por la Legislatura. En la Comisión de Cultura la abrumadora mayoría de los proyectos son de nomenclatura (nombres de calles y paseos públicos) o declaraciones. La que mayor espacio ocupa es la de personalidad destacada. No tiene límites normativos de cantidad ni de calidad. Por mayoría simple en el recinto cualquier diputado puede agasajar con diploma y copetín a su personaje favorito de la cultura, el entretenimiento o la farándula; y compartir foto y abrazo en alguno de los imponentes salones de la calle Perú. Es así que en un cambalache de destacados se codean Axel con Sasturain, La Tota Santillán con Daniel Barenboim o Guillermo Francella con Marta Minujin. La lista es enorme y se puede ver en http://www.legislatura.gov.ar/distinciones.php Hay diputados con records de proyectos de ese tipo (Moscariello, el que impulsó a Tinelli) y decenas que engrosan sus carpetas de trabajo con leyes propias de esa importancia.
En todo estás vos, en todo está el Pro
Buenos Aires ha sido siempre muy rica en sus manifestaciones culturales. Muy necio sería un gobierno de la ciudad que no le ofreciera apoyo y aprovechara la publicidad oficial que la vidriera cultural le facilita. Y eso hace el Pro y muy bien. El Ministro Hernán Lombardi es una de las estrellas de la gestión. No sólo por su amable estilo personal, sino también por sus evidentes logros al frente de la cartera: alto nivel de ejecución presupuestaria, realización de atractivos proyectos culturales como la Usina del Arte, el Polo Circo, el Polo Bandoneón, la producción de festivales internacionales de todo tipo, y la continuación de éxitos de gestiones anteriores como el Programa Cultural en Barrios. En la fundamentación estratégica de la política de su ministerio es eje central la promoción de actividades al sur de Rivadavia, la conquista del sur de Buenos Aires. Tanto en la ronda de ministros con diputados como en los fundamentos de la política presupuestaria, la “inclusión social” se presenta como uno de los objetivos para ese avance hacia el sur. El relegado sur de Buenos Aires -donde luego de la Fiebre Amarilla de fines del siglo XIX la ciudad siempre escondió lo que no quería ver: los locos, los viejos, los enfermos infecciosos, los pobres, las villas, de una vez por todas será atendido por el Estado, incluido en el progreso de la ciudad con el presupuesto autónomo más poderoso de la Argentina. Y todo a través del gobierno de la derecha república más liberal, quien lo diría.
El otro lado de los carteles amarillos
Desarmar este discurso es una tarea antipática y atenta contra la tranquilidad de los sectores altos y medios que viven con la seguridad que les inspira el partido de los buenos modales. Es que ese ciudadano es expuesto a la permanente publicidad oficial que lo recibe en las autopistas ya al cruzar la General Paz, adonde vuelve a trabajar luego de haber migrado a barrios de provincia: “Bienvenido a la Ciudad de todos los argentinos” reza junto con el imbatible slogan “En todo estás vos”, y el omnipresente color amarillo, propio de las señales de tránsito, de los anuncios oficiales y claro está, del Pro. Su mensaje lo envolverá en la calle, las paradas de colectivos, en las pantallas de los televisores de los subtes, donde se puede ver a Mauricio jugando a la pelota con chicos de la Villa 20. El análisis de los presupuestos, la búsqueda de información más amplia más allá de los grandes medios, y sobre todo caminar la calle, contradicen el gigantesco andamiaje publicitario oficial. Salud, educación y vivienda, los fundamentos básicos de cualquier política de inclusión social, exponen la cruda política expulsiva de la gestión Macri. El presupuesto para estas áreas año a año es recortado, reasignado o subejecutado. La infraestructura escolar se deteriora junto con la calidad educativa. La situación de los hospitales de la ciudad colapsa en las áreas críticas: terapias y quirófanos. (Ver: Informe sobre hospitales) Para 2015, una vez más, no se asigna partida para la prometida urbanización de las villas, a pesar de las promesas de los funcionarios luego del brutal desalojo del asentamiento Barrio Papa Francisco. Y el presupuesto para viviendas sigue en retroceso. Pregonar la inclusión social a través de la cultura, sin contemplar los fundamentos más elementales de la vida, es lamentablemente como un tratamiento cosmético para un enfermo terminal.
Los más castigados: arte callejero y patrimonio cultural
La mayoría que el Pro tiene en todas las comisiones de la legislatura le permite tener el control sobre la agenda de Labor parlamentaria. El Pro decide qué proyectos se tratan, cuáles pasan al recinto y cuáles se “cajonean”. Sin embargo, los ciudadanos tienen derecho a voz al inicio de reuniones de asesores y diputados. Ya es el tercer año que los músicos callejeros piden el tratamiento del proyecto de Ley 660, que protege la actividad artística en las calles de Buenos Aires. Como respuesta el Estado recurre a dilaciones, promesas o directamente la persecución de inspectores o policial. Los músicos callejeros, nucleados en el Frente de Artistas Ambulantes denuncian periódicamente atropellos en su página La música en la calle no es delito, pero la ley de reglamentación sigue sin entrar siquiera en comisión de asesores, previa a diputados.
Lo mismo le pasa a los vecinos de Parque Patricios que piden la protección del Cine Teatro Urquiza, que recorren despachos y comisiones desde hace más de un año. Justamente es en el tema Patrimonio Cultural -uno de los más importantes para toda gestión cultural- donde la intimidación alcanza sus más feroces alturas. La ofensiva judicial se dispara contra ONGs o vecinos que presentaron amparos por obras irregulares. Están firmadas por funcionarios del gobierno, o a través de asociaciones vinculadas al gobierno porteño. Lo ejemplifican tres casos emblemáticos: un reclamo de Sbase (Subterráneos) y el procurador general Julio Conte Grand por 24 millones de pesos contra la ONG Basta de Demoler por daños y perjuicios; otro de la constructora Palacio Roccatagliata S.A. contra la Asociación Amigos de la Estación Coghlan; y el restante de Los Verdes, una sociedad civil vinculada al presidente de la Agencia de Protección Ambiental porteña, Juan Carlos Villalonga, contra el Observatorio del Derecho a la Ciudad. Y aquí se cierra el círculo que explica el avance hacia el sur de la ciudad, que contradice el discurso de la inclusión social por la cultura, y que para algunos es la razón de la creación de distritos como el de las artes y el tecnológico, entre otros: el gigantesco negocio inmobiliario, motor de la política Pro y de sus empresas asociadas. Pero, seamos optimistas: todo es una batalla cultural donde al calor de la lucha -valga el cliché- se crean y fortalecen asociaciones y redes, donde la conciencia a través de la praxis política vence la ilusión de tanta propaganda amarilla.