
Se debe volver a investigar la causa del 2006 por incendio seguido de muerte de cinco menores de edad y una mujer embarazada en un taller textil clandestino de la calle Luis Viale en el barrio de Caballito.
El viernes 25 de septiembre por la tarde, la Sala IV de Casación Penal, integrada por Mariano Hernán Borinsky, Juan Carlos Gemignani y Gustavo M. Hornos, declaró “inadmisible” el recurso extraordinario federal interpuesto por la defensa de los talleristas Luis Sillerico Condori y Juan Manuel Correa contra la sentencia dictada por dicho tribunal el 17 de julio de 2015.
En aquella oportunidad, la Sala IV había hecho lugar al recurso de casación presentado por la querella, revocando la resolución dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 5, en tanto había declarado la extinción de la acción penal por prescripción y, consecuentemente, sobreseer a ambos imputados por el hecho por el cual se había elevado la causa a juicio.
En la causa se investiga la responsabilidad de los talleristas Sillerico Condori y Correa en el incendio ocurrido el 30 de marzo de 2006, en la planta alta de un edificio ubicado en Luis Viale 1269, Caballito, el cual se utilizaba como vivienda de los más de 60 costureros que trabajaban en un taller clandestino ubicado en la planta baja. Este hecho ocasionó la muerte de 6 personas de nacionalidad boliviana, incluyendo a 4 menores de entre 4 y 15 años de edad.
En el 2011 el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio brindó una misa por las víctimas del incendio.
Homilía desgrabada del cardenal Jorge Bergoglio
Después de haber escuchado la palabra de dios hagamos un instante en nuestro corazón para recordar a siete personas. Siete personas trabajaban aquí en un régimen de esclavitud hace cinco años. Harry Rodríguez Palma tenia cinco años, Wilfredo Quispe Mendoza 15 años, Juana Vilma Quispe 25 años su hijo que llevaba en el vientre cuyo nombre solo dios conoce, Elías Carabajal Quispe 10 años, Rodrigo Quispe Carabajal 4 años, Luis Quispe 4 años. Esos chicos que tenían toda una vida por delante, chicos como algunos de ellos que están sentados aquí. Ellos vieron truncada la vida por una conducta que se repitió siempre a lo largo de la historia y que en la Biblia aparece manifestada por un señor muy poderoso que se llamaba Herodes, no le importa matar a los chicos con tal de lograr su cometido. Esos chicos mueren en este incendio en una casa clandestina de trabajo esclavo. Dios le dijo una vez a Cain la sangra de tu hermano clama justicia, esa frase de Dios la repetimos hoy, la sangre de estos siete hermanos nuestros clama justicia. Sea degenerado el sentido del trabajo.
Trabajo es lo que te da dignidad. La dignidad la tenemos por el trabajo, porque nos ganamos el pan, y eso nos hace mantener la frente alta. Pero cuando el trabajo no es lo primero sino que lo primero es la ganancia, la acumulación de dinero ahí empieza una catarata descendente de degradación moral. Y termina esta catarata en la explotación de quien trabaja.
Esta frase no es mía, la dijo ayer el Papa en una audiencia. Cuando se revierte el verdadero fin del trabajo el centro de trabajo que es la persona empieza a crecer el fan de dinero insaciable y ahí todos los medios para terminar en la esclavitud.
Una vez dije en Constitución (anterior misa por la esclavitud y exclusión) con lo que nos enseñaban en el colegio que la asamblea del año 13 había abolido la esclavitud eran cuentos chinos. A los más esta en un escrito. Pero en esta buenos Aires tan vanidosas, tan orgullosa sigue habiendo esclavo, sigue habiendo esclavitud. Todo se arregla en Bs.As. Buenos aires es coimera, es coimera de alma, y el recurso a la coima tapa todo. Los corazones se endurecen. Hoy rezábamos el salmón 24 cuando escuchen la voz del señor no endurezcan el corazón. Haciendo referencia a esa escena de la roca dura que Moisés golpea y sale agua.
La voz del señor clama por estos siete hijos muertos, y muertos en esclavitud. La voz del señor golpea con su palabra tantos corazones de piedras y hoy venimos a rezar por esos para que esos corazones dejen brotar aguas de lágrimas, de arrepentimientos, de cambios de vida. Para que esos corazones no piensen que esto no se paga. Quizás seducidos por la costumbre del como arreglamos. Se paga aquí o allá. Pero se paga. Pero sobre todo venimos a pedirle al señor que nuestros corazones crezcan en conciencia, que no tengamos miedo de luchar por esta justicia que hoy podemos repetir otra vez que es tan largamente esperada.
Justicia por estos hombres y mujeres sometidos a la trata de personas en cualquiera de los rubros: talleres clandestinos, prostitución, chicos sometidos en trabajos de granjas y los cartoneros que no han podido todavía unificarse como algunas de ustedes lo han podido hacer gracias a Dios que viven de las migajas que caen de la mesa de los satisfechos. Que no pueden sentir a Dios. Porque el endurecimiento de los satisfechos es algo muy duro, difícil de explicar, es que tienen el corazón empachados de los valores que ellos creen que valen y no dejan entrar a la palabra de Dios. Por eso señor te pedimos cuando golpes el corazón que no se endurezcan, que abran el corazón.
Rezamos también por todos ustedes, por nosotros, por tantos que no conocemos y están en esta situación.
Y de una manera especial quiero rezar por los que están aquí y que tienen coraje! Y que arriesgan la vida a cada instante para luchar por la justicia y denunciar que en Buenos Aires todavía hay mucho trabajo esclavo.
Que Dios los fortalezca, que Dios los mantenga allí en esa lucha por el hermano, por la justicia, una lucha por el amor de Dios.
La gran ilusión de Jesús es que estuviéramos hermanados, pero el otro proyecto es muy fuerte, es muy fuerte. Y somos víctimas de la compra y venta. Compra y venta de cariño, de amor, de personas de trabajo.
A los responsables de la muerte de esta gente, de estos chicos sobre todo, a los herodes que todavía viven en Buenos Aires, y que se enriquecen con la sangre de los chicos, que se enriquecen con la sangre de los pobres. Que Dios les toque el corazón y convierta, y a nosotros que nos toque el corazón para seguir luchando por justicia. Que así sea.