Artículo por Gustavo Vera, titular de la Alameda y legislador porteño
Habían pasado algunos años desde que conocí a Bergoglio y ya habíamos compartido varias luchas en común a favor de las víctimas y contra la trata y las mafias. En la Alameda todos estábamos asombrados por su simpleza, por su consecuencia, por su capacidad de escuchar y contener a las víctimas, por sus hábitos de vida humilde muy diferentes a otros obispos que habíamos conocido. Ya en confianza, una vez le pregunte: “Decime la verdad Jorge, cómo hiciste para llegar hasta acá con tu forma de ser y de comprometerte con los más pobres”. Y él me respondió: “cuándo era seminarista un viejo sacerdote me dio un consejo y me dijo ‘mira pibe, si querés perdurar en la Iglesia tenés que pensar claro y hablar oscuro”. La diferencia extraordinaria de semblante entre el Bergoglio que conocimos en Buenos Aires y el Francisco que hoy vemos deslumbrar en Roma tiene que ver con que hoy, por vez primera, Francisco puede pensar claro y hablar claro. Y solo con eso, ha iniciado una revolución del sentido común que hoy conmueve al mundo.
1. Francisco ha reconfigurado la concepción del poder y le ha devuelto su sentido original. Dirigiendo una congregación de 1200 millones de fieles, Francisco nos recuerda que el poder es servicio y se aleja de la concepción de poder que hasta entonces reinaba en el mundo como sinónimo de ostentación, de casta superior, de estar por encima del otro. Par entre los pares, obispo entre los obispos y con la mirada y el oído puesto en el otro, cualquiera sea su condición, Francisco ha rehumanizado la concepción del poder.
2. Con su mensaje que no es sólo palabra, sino también testimonio, que no es solo homilía, sino también ejemplo de humildad y sencillez ha vuelto a enamorar a la palabra con el acto, al mensaje con el testimonio, a la predica con la práctica cotidiana y así ha llegado desde la palabra y lo gestual al corazón de millones de personas, abarcando y trascendiendo las fronteras de la propia Iglesia.
3. Francisco es un mensaje de reconciliación a través de la cultura del encuentro, mediante la cual bucea entre todas las filosofías y religiones, buscando los comunes denominadores a escala de valores que permitan caminar juntos en aras del bien común. Nos ha enseñado que cualquiera sea la idea o concepción del mundo de una persona de bien, hay que buscar en ella aquellos valores en común que nos unen, en el diálogo y en la práctica en aras del beneficio de toda la humanidad.
4. También es un mensaje de paz entre los pueblos. Su papel protagónico para evitar una guerra en Siria que habría tenido consecuencias impredecibles se logró en base al acercar posiciones mediante la cultura del encuentro entre potencias que parecían que no podrían llegar a ningún acuerdo.
5. Francisco ha vuelto a colocar a los valores de la defensa de la vida, la dignidad, la libertad y la justicia por encima de cualquier interés corporativo. En un mundo donde los valores se aplican a todos menos a la corporación propia (sea social, empresaria, sindical, política, judicial, eclesiástica, etc) donde rigen los códigos de silencio, los códigos de omertá, Francisco ha roto esas barreras y ha universalizado esos valores por encima de cualquier institución, incluida la estructura eclesial. Cuando denuncia a las mafias, a la corrupción, no sólo se refiere al mundo exterior, sino que incluso reconoce que puertas para adentro también existen esos problemas. Por eso aumenta las penas contra la pedofilia y la pederastia, promueve la intervención del IOR para asegurar su transparencia, toma medidas con obispos que han faltado a sus deberes y nos demuestra con su práctica y ejemplo viviente que la justicia debe ser justa para todos.
6. Francisco nos recuerda que el planeta es la casa de la humanidad, a la que debemos proteger de la tiranía del dinero que muchas veces la daña en su ambición desmedida. Nos enseña que la ecología debe estar centrada en el hombre y no en los intereses de aquellos que por obtener más dinero producen daños irreparables en el medio ambiente.
7. También nos enseña a luchar contra todas las nuevas formas de esclavitud como la trata, el trafico de personas, la explotación laboral, el tráfico de armas, órganos, bebés, el narcotráfico y todas las variantes de servidumbre humana. Por primera vez en la historia del Vaticano coloca en la agenda pública la necesidad de trabajar en red a favor del rescate y la redignificación de las víctimas y contra el crimen organizado.
8. Francisco nos recuerda que todos los hombres somos iguales, sin importar el cargo, dinero, ideología o posición social. Se ha preocupado por la situación política y personal de cientos de presidentes y gobernadores, pero también por muchísimas personas humildes a las que respondió sus cartas, las llamo por teléfono, les envió una caricia. Lo mismo hace puertas para adentro del vaticano, donde un mozo o un jardinero es recibido con tanto afecto como un cardenal.
9. Francisco nos enseña que no es necesario palacios, autos lujosos, atuendos especiales para cumplir eficazmente una importante función por el bien de la humanidad. Desde su sencillo cuarto en Santa Marta, desde su simple sotana blanca de Papa, desde su sencilla cruz ejerce responsablemente su función de líder de la religión más populosa del planeta.
10. Francisco no se cree infalible, ni superhéroe. Trabaja colectivamente con varios cardenales que se reparten las tareas y se considera obispo entre los obispos, par entre los pares, hermano entre sus hermanos.
Cuando muchos periodistas se preguntan que pasará el día que Francisco no esté más, ni sospechan que sus semillas ya están sembradas entre el corazón de millones de personas que tomarán su causa como bandera, como plataforma de humanidad y que serán el punto de partida para dejar al mundo mucho mejor de lo que lo encontramos.