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Hoy se conocerá el fallo por la desaparición de Marita Verón. El último registro telefónico de Marita ocurrió en Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz. Se sospecha que pasó por el barrio prostibulario más grande del país, más conocido como Las Casitas. Luego de dos años de clausura de Las Casitas tras la investigación y denuncia de la Alameda, los jueces de Casación Penal avalaron la reapertura de los prostíbulos ordenado hace un año por la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia.
Este es el artículo de la periodista Mirtha Espina desde Santa Cruz
SANTA CRUZ UNA PROVINCIA DE PROSTÍBULOS, DROGAS Y JUEGO
http://www.agendaoculta.net/2012/08/santa-cruz-una-provincia-de-prostibulos.html
Se clausuraron las casitas de Rio Gallegos, pero los prostibulos no desaparecieron. El proxenetismo, la droga y el juego son moneda corriente en Calafate. Los avisos prostibularios en los diarios continúan en una provincia donde aún está lejos la erradicación de la trata sexual.
La prostitución en la provincia de Santa Cruz es un fenómeno naturalizado, arraigado en el tiempo, que encontró mil justificaciones: desde la soledad de los hombres que realizaban las faenas ovinas, hasta la necesidad higiénica a la que apelaban los militares en los decretos que permitían la habilitación de estos lugares en las zonas de cuarteles, sea por la vía del prudente control de las libretas sanitarias establecidas en la década del sesenta, o encubierta en lugares de esparcimiento.
Fueron pasando los años y el mercado fue ganando crueldad en el manejo de ese negocio, importación de materia prima, violencia en el control de la disciplina interna de esos establecimientos, y formando una especie de multi- rubro con el manejo de la droga y los negocios clandestinos.
El cierre de “Las Casitas” en Río Gallegos, forzado a partir de las denuncias de La Alameda, significa que un espacio tradicional de ejercicio de la prostitución no funciona, pero es solo eso, sería como si en una gran ciudad se las “corre de esquina”.
Más aún, son frecuentes las noticias que, con titulares pomposos, nos presentan que se “rescato a una mujer” y tras cartón los funcionarios policiales o de derechos humanos se adjudican la “vigencia de políticas de Estado para combatir este flagelo”. Pero basta con abrir las páginas de uno de los principales diarios de Río Gallegos y abunda la oferta sexual. El Calafate, calificado como “su lugar en el mundo por la presidenta”, es un polo para el ejercicio de la prostitución, combinado con la droga y el juego.
Las Heras, población que gira en torno del yacimiento petrolero, una de las ciudades con más suicidios de adolescentes en el país, tienen una densidad de prostíbulos por habitante que causa escalofríos. Allí también, el juego y la droga se hallan presentes en formas escalofriantes. Podríamos hablar de la pesquera Puerto Deseado, que debe alimentar el instinto de los trabajadores del puerto, quizá por aquel sesudo saber que donde hay marineros hay prostíbulo, droga y juego.
Santa Cruz sigue siendo una tierra de aventureros, piratas y ladrones, donde los dueños del prostíbulo exigen moral a sus hijos, tal como lo profetizara José María Borrero en su libro “La Patagonia trágica”. Las fortunas se hacen esquilmado los recursos naturales, estrujando los dineros del Estado y con negocios ilícitos, y en ese contexto: ¿como podía faltar la trata de personas para la prostitución? Incluso en una sociedad con los rufianes de la noche del sur chileno, “es un capitalismo globalizado”, dirían los economistas.
El Estado, sea porque esta carente de recursos, sea porque la capacitación para combatir este delito a escala internacional es pobre, y (por qué no decirlo) porque existe un entramado de complicidades en el poder real que no tiene el más mínimo interés en revertir esto.
En la medida que las condiciones sigan siendo propicias para los negocios ilegales, que la justicia siga en manos de jueces y fiscales que nunca persiguen a los poderosos, y encarcelan perejiles o luchadores sociales, todo favorece la existencia de la prostitución, pero no “por una mujer alocada”, sino porque aquí se generan fortunas en la proporción de sus incrementos si están vinculadas a negocios ilegales.
Delito, droga, juego y prostitución atraviesan a la Patagonia, y esto no es poca cosa como para no prestar atención. Si en las provincias de pasado colonial, las familias aristocráticas se adueñaron del poder, en el sur quienes justifican el saqueo de los recursos naturales, el desmantelamiento del Estado, son quienes fomentan el ingreso de este delito, en que de vez en cuando debe aparecer algún caso en la sección de policiales como para salvar la conciencia.
Tras de cada anuncio de mujeres que ofrecen sus servicios, o en cada una de ellas que se la encuentra en los más variados lugares, debe pensarse que se teje un entramado de coberturas que florece esparcido por toda la estepa.
Hace casi dos años, el caso de una chica que había desaparecido raptada fue noticia en todos los medios, se la encontró en Las Heras supuestamente porque formó una pareja, al poco tiempo se silenciaron todas las voces.
El año pasado, el cura de esa localidad nos dijo que la vio una vez y que a él le parecía que seguía en manos de tratantes. Datos mas, datos menos esta es la historia que podríamos generalizar. El Estado no ofrece alternativas, no desmantela las redes y la cosa sigue mal, preocupantes.
Las Casitas de Río Gallegos silenciaron sus sonoras cumbias, no se encienden sus luces rojas, no están las chicas en la ventana llamando con sus linternas, pero quizá toda la provincia sea un gigantesco burdel, “triste como un prostíbulo al mediodía”.