La autoconvocatoria de los vecinos de Liniers contra el crimen organizado y las denuncias de la Alameda son subrayados en este artículo de Enrique Noailles publicado ayer sábado, en el suplemento Enfoques.
La babelización del país
Sábado 30 de abril de 2011 | Publicado en edición impresa
Un encuentro reciente con alrededor de cincuenta personas, de proveniencia muy diversa, sirvió para aprender y entender cómo vive cada uno las prioridades que tiene hoy por delante el país. Sirvió también para entender que, si estamos en una babelización voluntaria del país, en la cual al oficialismo no le interesa nada de lo que diga el resto del país sobre sus políticas, y la oposición muestra una manifiesta incapacidad para hacer acuerdos básicos, estamos también en una babelización involuntaria, que no tiene ya que ver con los lenguajes hablados, sino con la percepción de las prioridades. Cada uno ve un país diferente, literalmente, de acuerdo a la zona de actuación en la que se mueve. Algunos entienden la debilidad o la ausencia de institucionalidad como el problema más grave que tiene la Argentina. Un prestigioso constitucionalista acentuaba dos cuestiones: la falta de una ley de acceso a la información pública, junto a reglas electorales que impiden hoy la transparencia de la democracia. Dos cuestiones de fondo, sin duda.
A otros no preocupa tanto la debilidad institucional, sino la fortaleza de la parainstitucionalidad que hay en el país. Sucede que lo uno es causa de lo otro, claro. Organizaciones criminales asentadas territorialmente en zonas de la Capital Federal y del conurbano son dueñas de la vida de todos los días. Liniers, por ejemplo, es hoy una estación terminal del crimen organizado por ser un paso estratégico entre la Capital y el conurbano. En este lugar, la rebeldía espontánea de más de 300 vecinos diseñó un “Mapa del Delito”, en reacción a que “los están matando como perros y que la venta escandalosa de drogas está arruinando a los chicos”. En la zona funcionan unos 30 prostíbulos, con mujeres que llegan del interior o de países vecinos, 15 puestos de venta de estupefacientes y 20 talleres clandestinos de ropa, con trabajadores esclavos. Todo ello sucede ante la vista de las autoridades municipales, nacionales y policiales, según señalaron miembros de una ONG local, Cooperativa La Alameda.
Un agudo encuestador señalaba que lo que hace falta es escucharnos. Y esta es ciertamente una buena y primera conclusión final. Efectivamente, hay cortes paradigmáticos entre las visiones y prioridades y en cierto modo vivimos cada uno en un país distinto, por desconocimiento de las realidades ajenas. Una segunda conclusión es que hay en el país urgencias de corto plazo y urgencias de largo plazo. Ambas requieren una atención inmediata. En todo caso, lo que se percibía veladamente como punto común de todas las intervenciones era la preocupación por la ausencia de la ley. Que la ley no impere en la Argentina pareciera el hecho prioritario que tenemos que resolver. La microanarquía e impunidad que existe en todos los órdenes es un mal que ha copado el organismo del país a toda escala y que amenaza, sin exageración, con desintegrarnos. La babelización más profunda es la inobservancia de la legalidad, lengua primaria que debe manejar cualquier comunidad para instituirse como tal.
Twitter: @evnoailles