#SomosAlameda

ni esclavos ni exclluidos

Gracias a Dios por habernos regalado el ejemplo y el magisterio de Francisco

ByLa Alameda

Abr 21, 2025 #Francisco

Por Gustavo Vera

Con profundo dolor en el corazón porque partió a la Casa del Señor el más consecuente portavoz del evangelio de Jesús, la voz más potente de los que no tienen voz y el mejor humanista en estos tiempos deshumanizantes. Pero ademas, para mi partió Jorge, un sabio amigo, con quien aprendí a ser mejor buen samaritano, mejor padre y mejor hijo, que me acompañó casi dos décadas con cientos de cartas y decenas de encuentros y me protegió y alentó en la misión de luchar contra la esclavitud junto a la Alameda.

Jesús entró a Jerusalén en un burrito mostrando a propios y ajenos que no era el poder y el dinero lo que debía regir en esta tierra, sino el amor al prójimo y la comunión. En esta Semana Santa, el Papa Francisco, fiel a las raíces del evangelio, enfermo, frágil y en silla de ruedas,  saludó a los fieles en la Plaza San Pedro, a los médicos y enfermeras, a los presos en las cárceles antes de irse a la casa del Señor y nuevamente nos volvió a mostrar, como el primer día de su magisterio, que la oración, el corazón y la fraternidad es lo que verdaderamente importa en nuestro paso por el mundo que Dios creó, y no las guerras, la ambición, el poder o el dinero.

En sus últimos suspiros, Francisco nos recordó seguir rezando y obrando por La Paz mundial y por los descartados del sistema:  los masacrados en las guerras de Ucrania, Medio Oriente y otros confines de la tierra, las víctimas de trata y explotación, los abuelos abandonados a la indigencia y el abandono, los enfermos sin tratamiento ni medicación, los migrantes que buscan una vida mejor y mueren en el intento o caen en el infierno, los perseguidos por buscar verdad y justicia, los mártires por buscar y hacer el bien común que son algunos de las tantos crucificados que nos recuerdan a Jesús. El sufrimiento, la agonía y la crucificción de Jesús nos interpela el corazón, nos pregunta una y mil veces como Dios le pregunto a Caín : “Dónde está tu hermano?”. Y también nos interpela en qué hacemos e hicimos por nuestros hermanos, los más frágiles, los más pequeños, los descartados al “volquete existencial”. Hasta el último suspiro fue coherente entre el decir y el hacer y a muchos nos volvió a contagiar la “alegría del evangelio” y el tratar de obrar siempre con la empatía del buen samaritano.

Sé que cuando asumió pensaba en un magisterio que duraría tres o cuatro años por su edad. Dios le regaló el triple. 12 fueron los apostoles, 12 los hijos de Jacob y 12 fueron los profetas menores en el Antiguo Testamento. 12 también fueron los años de su magisterio que simbolizan el bien y la plenitud de su obra. Su sabiduría y su ejemplaridad nos seguirán guiando hacia la reconstrucción de la fraternidad humana, el cuidado de la casa común y la reconciliación con Dios.

Quien escribe estas lineas , fue amigo personal de Jorge Bergoglio, varios años antes que fuera el Papa Francisco y he sido acompañado y apoyado por el padre Jorge para que la Alameda contribuyera a liberar a muchos hermanos y hermanas de las redes de trata sexual y laboral. Nuestra amistad nació en la lucha por la dignidad en esas periferias en las que predominaba la cultura del volquete y del descarte.

Cuando ya estaba a punto de jubilarse, Dios lo convocó desde el fin del mundo para atravesar en burrito un planeta convulsionado por guerras, catástrofes climáticas, pandemias y la dictadura del “pensamiento único”, con las armas de la Fe y la Oración y el mensaje de las bienaventuranzas. Desde entonces, muchos corazones se conmovieron desde las periferias y creyentes y no creyentes, reconocieron en el mensaje de Francisco  un puente y una oportunidad para trabajar fraternalmente por la reconstrucción de la sociedad sobre bases justas, inclusivas y sustentables.  Con el paso del tiempo se apreciará en su justa dimensión  la genialidad del Espíritu Santo al ponerlo al frente del timón del barco de la Iglesia Mundial a fin de sostenerla unida y en esperanza en estos tiempos tumultuosos.
 
El mensaje de Francisco va del corazón a la cabeza y de la periferia al centro y conmueve a la humanidad poniendo a los seres humanos en el centro de la sociedad y no al dinero. Francisco nos recuerda la conducta del buen samaritano, que viniendo de la periferia y castigada Cisjordania, nos dió el mejor ejemplo de gratuidad y pureza de amor al prójimo haciéndose cargo del hermano descartado al costado del camino. Como describe la parábola, no fue el funcionario, ni el religioso los que se detuvieron a asistir al herido, sino el samaritano, el que vino desde las periferias y que entregó gratuitamente su tiempo para asistir al hermano caído. Y nos convoca a discernir qué hacemos con los excluidos y descartados porque “la inclusión o exclusión de quien sufrió al costado del camino define todos los proyectos económicos, sociales, politicos y religiosos” (Fratelli Tutti),
 
Francisco nos llamó a reconstruir las tres relaciones rotas, con Dios, con la naturaleza (la Casa Común) y entre nosotros mismos (fraternidad) como bases indispensables para una sociedad que nos incluya a todos y detener el daño inevitable en el planeta. Porque el sistema actual no se aguanta más, es una fábrica de descarte y consumismo desenfrenado que tiene como “dios” a la máxima ganancia y que en su dinámica, aumenta la pobreza, el daño irreparable al planeta y edifica una torre de Babel donde cada vez hay menos incluidos y más excluidos. Un sistema asi solo nos puede llevar a guerras más despiadadas por los mercados, a la destrucción planetaria y a un gigantesco descarte humano.
 
También nos convocó a defender la dignidad del ser humano y no ceder al “pensamiento único” que brota de las usinas del sistema según el cual los pobres son material de descarte y solo pueden sobrevivir “asumiendose” como mercancía que se cosifica aceptando ser traficados, esclavizados sexual o laboralmente, vendiendo sus órganos o incluso sus hijos.  Esa dignidad se reconstruye luchando por sociedades inclusivas, que garanticen el trabajo, el salario justo y que tengan garantizada la tierra, el techo y el trabajo (las tres T).
 
Francisco nos enseñó que la Fe es activa y busca transformar al mundo, porque la Fe solo es posible en un corazón solidario que ama al projimo. Y que la oración es el combustible indispensable para nuestras misiones de fraternidad. Hay un galpón lleno de gente que dice tener fe y pasa de largo cuando ve al hermano herido al costado del camino. Y también mucha otra gente, que no sabe que tiene fe y se hace cargo del prójimo, misionando.  Es mucho más fácil que estos últimos encuentren su fe a que los primeros se hagan cargo del hermano que sufre, por la sencilla razón que siempre fue más simple pasar de lo concreto a lo abstracto que de lo abstracto a lo concreto. Quizas por ello el apóstol Pablo evangelizó con tanto éxito las periferias paganas donde no hizo más que ayudar a parir en palabras donde ya habia hechos y ganas que brotaban en los corazones de los pueblos.
 
La reconciliación de la palabra con los actos, de la fe con las obras, es la recuperación de la plena comunión como hijos de Dios. Y es muchísimo lo que ha hecho Francisco en estos años, logrando que millones de “paganos”  se sientan atraídos por una melodía familiar a su corazón y volvieran a casa. La cultura del encuentro, el trabajo y camino común con todas las religiones por el puente de la fe, el bien común y el amor al prójimo es una inmensa contribución a agrupar a la abrumadora mayoria de la humanidad que desea vivir en paz, verdad y dignidad.


 
Su magisterio será guía no sólo para los cristianos, sino también para aquellos corazones que empatizan con el prójimo más allá de sus credos. Impacta no sólo por su agudeza, sino además por la coherencia de quien predica. Francisco estuvo a la altura de San Francisco de Asis que es recordado por la sencillez de su vida y su amor a la naturaleza y a los pobres. Eligió vivir en una sencilla habitación en Santa Marta en lugar del Palacio Apostolico; comer con sacerdotes, empleados y cocineros en el comedor del pensionado; se rehusó a usar ropas de seda, zapatos rojos u ornamentos pomposos; se encargó personalmente de los pobres y sin techo que vivían en los alrededores del Vaticano y habilitó refugios para alojarlos. Trabajó y caminó con todas las religiones buscando los puntos en común para ayudar al prójimo en la protección a los migrantes, en la lucha contra la trata, en la prédica por la Paz mundial contra las guerras, en el cuidado de la casa común contra los efectos del cambio climático y la contaminación. Propuso y militó una iglesia en salida y hacia las periferias. Mediante la sinodalidad auspició un enfoque más democrático en la Iglesia para la toma de decisiones.

Desde hace 17 años nos acompañaba en las luchas de la Alameda contra la esclavitud y aún resuena en nuestros corazones la primera homilía que ofreció a las victimas de trata y exclusión, donde nos decía: “El Evangelio nos narra la historia de esos hombres que traían al paralítico, y como lo querían poner delante de Jesús, había mucha gente y no podían, levantaron las tejas del techo y lo pasaron por arriba para que Jesús lo viera. Trabajaron, lo organizaron, buscaron la escalera, de todo, para que ese hombre, esa mujer -era hombre- fuera curado. Bueno hoy estamos aquí porque muchos de ustedes, encabezados por Gustavo, por Juan, han levantado el techo y nos han metido acá en la presencia de Dios, en la presencia de la comunidad, a tantos hermanos que no están, que están en los prostíbulos, que están tirando el carro con cartones, en tantos talleres clandestinos… Hoy también se nos pide que abramos el techo de nuestra sociedad, el techo de nuestra conciencia y nos animemos a bajar y a poner delante de Jesús a todos nuestros hermanos y a curarlos con trabajo digno” (01/07/08, homilía de JMB en la Parroquia de los Migrantes).

También nos resuena una de sus últimas cartas del 4 de diciembre del año pasado en la que escribe “Cuando hablas de la supervivencia de la Alameda me hizo pensar en la “Apología de su vida” de Newman. Gracias por haber luchado tanto. Rezo por vos, por favor hacelo por mi. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Fraternalmente. Francisco” . En esta carta nos llamó la atención que utilice el verbo luchar en pasado, como si se estuviera despidiendo…

Pido perdón a los lectores si se me entremezclen las principales lineas de su magisterio con cientos de cartas, anécdotas, consejos y tantas cosas vividas en estos años desde la amistad. Estoy seguro que se fue en paz abrazando a los presos, a los fieles, a los médicos desde su fragilidad y su silla de ruedas. Sus encíclicas y su ejemplaridad nos marcarán el camino a seguir no solo a los cristianos, sino a todos los buenos samaritanos que aman al prójimo, trabajan por la fraternidad humana y sueñan con un mundo que sea justo, inclusivo y sustentable.

Gracias Francisco, gracias Jorge y gracias a Dios por habernos regalado su amor y sabiduría al mundo. Te amaremos siempre y te llevaremos en nuestros corazones.

Gustavo Vera – Presidente de La Alameda

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *