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ni esclavos ni excluidos

LA UTC-Alameda escrachó a Agrest

ByLa Alameda

Mar 10, 2010

La emoción y las lágrimas a las cinco de la madrugada. Después de muchos años, un centenar de costureros de varias fábricas, salidos de talleres clandestinos y de las cooperativas sobrevivientes se unían en un escrache sorpresivo a las cinco de la madrugada en apoyo a los costureros de la principal fábrica en capital.

En medio de un mar de talleres clandestinos, Agrest con sus más de 250 costureros es la fábrica de indumentaria más importante de la Ciudad e histórica base de operaciones de la burocracia del SOIVA (Sindicato Obrero de la Industria del Vestido) presidido por Romildo Ranú. Salvando las proporciones de números, Agrest es a la dirección del SOIVA, lo que Ford puede ser al SMATA o Siderar a la UOM, una fábrica testigo.

Sin embargo, la absoluta obsecuencia con las patronales de la dirección del SOIVA en estos años ha erosionado sus bases de apoyo hasta en sus trincheras principales. Miles de talleres clandestinos florecieron en la Ciudad en los últimos años donde decenas de miles de costureros son victimas de trata y reducción a la servidumbre. Muchas fábricas fueron quebradas y los cotureros quedaron librados a su suerte. Y donde con lucha lograron recuperar su fuente de trabajo como en Brukman, fue remando a contramano de un SOIVA que les daba la espalda. Sin embargo, los pocos cientos de costureros que lograron tener el “privilegio” de mantener un empleo registrado en las pocas fábricas sobrevivientes no tienen nada que festejar : cobran uno de los salarios más bajos de la industria, compartiendo el podio con los peones rurales (entre $1300 y $1800 promedio).

En estos años la familia costurera fue dispersa en la miseria y la desesperación. Entre los que eran reducidos a esclavos, las cooperativas que apenas sobrevivían en el salvaje mercado y la aún más salvaje desproporción en la cadena de valor y los costureros de fábrica penando con un salario por debajo de la canasta básica y del promedio salarial del obrero industrial. El costurero que levantaba su voz era despedido a golpes del taller o a telegramazos en las fábricas. Muchos intentos cooperativos murieron en el intento, ante los miserables precios que ofrecían las marcas por las prendas.

Después de los desvastadores noventa donde la ropa importada destruía a las fábricas locales, llego una reactivación de la industria de la indumentaria con la devaluación del 2002. Pero esa reactivación, con un sindicato raquitico y obsecuente a las patronales, fue un infierno para los costureros, la mayoría de los cuales fue reducido a la servidumbre y en el mejor de los casos a un salario por debajo de la línea de pobreza. Los 6000 millones de facturación de las marcas durante 2009, pese a la crisis financiera internacional, son la obcena contracara de los $ 1500 de salario promedio en las fábricas y los $ 800 en los talleres clandestinos trabajando el doble de jornada.

En medio de este infierno y del incendio del taller esclavo de Luis Viale en Caballito, donde murieron calcinados 2 costureros y 4 hijos de ellos, comenzó la pelea de la Alameda contra el trabajo esclavo en la indumentaria. Ya meses antes la Alameda denunciaba a Lacar, Montagne y Rusty y junto con la defensoría lograron allanamientos del juzgado federal de Oyarbide allá por octubre de 2005. En enero del 2006, revelábamos que hasta la pilcha de la princesa Máxima se hacia en talleres clandestinos. Y describíamos con lujo de detalles el sistema de cohecho que encubría la trata y la servidumbre y del cual se alimentaban cuerpos de inspectores, comisarias y cónsules.

El mito hasta entonces decía que los talleres clandestinos eran una fenómeno marginal, vinculado a la falsificación de marca o la salada. Ese mito era alimentado por los medios que tenían pauta publicitaria de las marcas que luego llevaríamos a la justicia federal. Cuando comenzamos a romper en la calle ese mito, tuvimos el gusto de conocer al SOIVA y el Ministerio de Trabajo que lo primero que hicieron en Parque Avellaneda fue ….inspeccionar a la Alameda, ese grupito de delirantes que venía a patear el tablero.

Llegó la tragedia de Luis Viale, meses antes anticipada por la Alameda y la Defensoria y ya no se pudieron tapar las denuncias que nuestra organización llevaba adelante contra las marcas y que demostraba que estábamos en presencia de un fenómeno sistémico, un régimen neoesclavista de producción del cual se alimentaban las más afamadas marcas.

Tres mil talleristas rodearon entonces la Alameda pretendiendo quemarla y si no fuera por la Defensoria del Pueblo que reclamó urgente protección al local, hoy la mítica esquina de Lacarra y Directorio sería cenizas. Golpizas, amenazas, hostigamiento en las escuelas, declaración de “enemigos públicos” fueron lanzadas contra el puñado de costureros que comenzaba a denunciar toda esta ignominia.

Quince atentados contra la sede y varios de los denunciantes del trabajo esclavo pretendieron acallar la voz de quienes sacábamos la mugre debajo de la alfombra. Las represalías iban mucho más allá de la Alameda. En agosto del 2006 Oyarbide pretende intimidar a la Defensoria del Pueblo abriéndole una causa por “falsa denuncia”. En el contestador del ex director de control y permanencia de migraciones que se había animado a denunciar lo que pasaba con los talleres clandestinos, se apilaban los mensajes mafiosos y las amenazas de muerte. El primer subsecretario de trabajo que se animó a denunciar penalmente a una marca (Kosiuko) en setiembre de 2006, fue despedido de su cargo a menos de 24 horas de la denuncia.

Venciendo el miedo y los aprietes, los costureros que comenzaban a agruparse en la Unión de Trabajadores Costureros iban una y otra vez a los talleres esclavos, con cámaras ocultas y volvían con filmaciones, etiquetas y remitos. Después habia que buscar el canal y el diario que no tuvieran pauta de esa marca y hacer explotar la denuncia, para obligar, aunque sea espasmódicamente a actuar a los funcionarios. Esos nobles costureros, muchos de los cuales no tenían trabajo y asistencia del estado, estaban orgullosos de su dignidad y de ir una y otra vez al rescate de sus camaradas.

La conferencia de prensa en Jefatura de Gobierno junto al ministerio de producción, la procuración y la defensoria del pueblo anunciando la denuncia penal a Cheeky fue el punto de inflexión a partir del cual la Alameda comenzó a ser tenida en cuenta, luego de dos años en que se la hostigó, agredió e inspeccionó hasta debajo de la cama con el objeto de borrarla de la faz de la tierra. La expropiación de la Alameda un mes después, coronaría años de resistencia al desalojo con el cual tenían que lidiar los costureros, además de enfrentarse todos los días a los aprietes de los esclavistas y al bloqueo prácticamente total de apoyo del Estado por los “delitos” de patear el tablero mafioso y encima ser independientes de los partidos y gobiernos de turno.

En el período 2006-2009 fueron denunciadas penalmente 103 marcas. Más de 60 junto con la Defensoría y 35 con el GCBA en los meses posteriores a Luis Viale. Las agrias disputas contra los fallos absurdos de Oyarbide, culminaron cuando la cámara revocó su tentativa de sobreseer a Soho con el curioso argumento de que el trabajo esclavo era en realidad “pautas ancestrales de los pueblos originarios”. Fue ahí, cuando en medio de las denuncias de coima, Oyarbide argumento que sentía violencia moral con los militantes de la Alameda y que se apartaba de la megacausa. Mientras tanto, muchos de los costureros salidos de talleres clandestinos, forjados en la lucha contra el trabajo esclavo comenzaron a inundar las fábricas registradas, la mayoría de las cuales ni siquiera tenía delegados decorativos.

En setiembre de 2007 el juez Federal Torres dicta una fallo histórico, donde reivindica la olvidada ley de trabajo a domicilio, procesa a tallerista y fabricante por un taller esclavo en Parque Patricios, ordena la confiscación de la maquinaria y se la cede al INTI con el compromiso de reagrupar a las víctimas en cooperativas. En julio de 2009 se inaugura el primer Polo textil bajo la supervisión del Inti con capacidad para 9 cooperativas y 130 costureros y que fue forjado con máquinas confiscadas y del estado. En setiembre de ese año el tribunal oral Federal 6 confisca 250 máquinas más y procede igual que Torres. La Alameda y el INTI ahora trabajan contra reloj para la apertura en el 2010 de otro Polo Textil en Matanza, donde 9 cooperativas más agrupen a más de un centenar de ex víctimas de trabajo esclavo.

Desde mediados de 2007 la lucha de la Alameda se extiende a las fábricas registradas, cuando se conforma por vez primera un cuerpo de delegados en la fábrica de Soho. Pocos meses después se gana la comisión interna de Compañía de la Indumentaria y de Sportech que trabaja para Puma. Pero a mediados del 2008 una ofensiva combinada de las patronales y el sindicato desmantela los avances en estas últimas dos fábricas y la Alameda queda solitaria resistiendo desde Soho.

Con paciencia china la Alameda y la UTC llegan con boletines a las fábricas quincenalmente, organizan visitas en masa al sindicato con escribano (para que conste en actas y no los echen cuando regresen a la fábrica) exigiendo elección de delegados y lentamente se comienzan a recuperar comisiones internas. A la fábrica de Soho, se le suma nuevamente la de Puma y Adidas, la de Levis y otras fábricas medianas de la ciudad. A mediados del año pasado, casi dos centenares de costureros marchan al Soiva a exigir aumento de salarios, elecciones de delegados en todas las fábricas y democracia sindical. Fue el primer aviso de que las cosas comenzaban a cambiar en la industria.

Los costureros de la UTC ya fogueados en las derrotas que sufrieron a mediados del 2008 cuando se desmantelaron de un plumazo las primeras comisiones internas, ahora miden cada golpe y cada paso y la simpatía entre la masa costurera hacia la Alameda crece tanto en las fábricas como en los talleres. Las patronales comienzan a advertir que las cosas están cambiando, pero ya no pueden marcar territorio con una burocracia a la deriva y completamente desprestigiada e incapaz de obtener conquista alguna.

El vuelco de la mayoría de la comisión interna de Agrest hacia la Alameda y la UTC fue un punto de inflexión en esta lucha. La principal fortaleza del Soiva se desvanecía entre sus manos y los costureros de esa fábrica reclamaban en masa a los delegados que se alineén con la nueva camada de delegados que surgía desde la Alameda y la UTC.

Completamente alterado y sin poder creer lo que tenía ante sus ojos, Luis Agrest resuelve suspender a una de las delegadas, como si fuera un patrón de estancia de principios del capitalismo. La burocracia del Soiva llega al día siguiente para pasear con el patrón por la fábrica y tratar de convencer a los costureros de qué están equivocando el camino. Reproches airados de los costureros de base es lo único que encuentran a su paso.

Al tercer y último día de suspensión, un centenar de costureros de las cooperativas Brukman, del Polo Textil, de la Alameda y delegados de varias fábricas se concentran en la puerta de Agrest. Vernos allí todos juntos, los que venían de talleres clandestinos, los que sobrevivieron en las cooperativas y los que la pelean en las fábricas fue una inmensa emoción. Por primera vez en dos décadas, la familia costurera comenzaba a reunificarse, Y no importaba la hora de la madrugada, ni que a las siete todos se tuvieran que ir corriendo a sus laburos. Importaba dejar sentada la solidaridad de clase con la delegada suspendida. Los costureros de Agrest saludaban desde las ventanas, los autos tocaban bocina y la policia no sabía bien que hacer. Tres canales y dos radios cubrieron ese hecho aparentemente gremial, pero en realidad histórico. En la principal trinchera de la burocracia, los costureros decían basta y afuera se pedía la cabeza de la burocracia.

No había chori y vino, tampoco pancho y coca, menos aún “viáticos”. Todos los presentes ese martes 9 de marzo a las cinco de la madrugada eran cien por ciento laburantes y lo único que motivaba su esfuerzo era el deseo de bancar la parada en agrest, de unir a los costureros y terminar con el infierno del trabajo precario, esclavo y mal pago en la industria de la indumentaria.

Dicen los costureros de Agrest, que el patrón estaba adentro aterrorizado pensando que le iban a tomar la fábrica. Entretanto la burocracia del Soiva se levantaba desayunando con los canales en vivo que mostraban a los costureros de pié piendo sus cabezas.

Fue el principio de la reunificación costurera y el comienzo de la cuenta regresiva de la burocracia del SOIVA. Todos los presentes sonreíamos con la conciencia de que algo había cambiado en esta industria, algo que parecía lejano e imposible allá por marzo del 2006 cuando seis costureros fueron calcinados bajo el fuego del trabajo esclavo.

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