Nota Clarin: Los barrios de pie contra el crimen organizado

EN ASAMBLEA. LOS VECINOS DE CABALLITO DE PIE
EN ASAMBLEA. LOS VECINOS DE CABALLITO, EN UNA REUNIÓN POR LA INSEGURIDAD EL 27 DE JUNIO ÚLTIMO, EN LA IGLESIA SANTA MARÍA, DE ALMAGRO.

Son de Caballito, Recoleta, Versalles, Liniers, Parque Avellaneda, Almagro, Palermo y Villa Real. Se sienten desprotegidos y reaccionan ante la falta de estadísticas oficiales. “Queremos respuestas”, dicen.

POR ESTEBAN MIKKELSEN JENSEN
15/07/12

“Nos sentimos desprotegidos”. Esta sentencia hace rato que dejó de ser patrimonio de vecinos de sectores específicos de la ciudad de Buenos Aires y parece repetirse por todos lados. Sin embargo, es casi imposible traducir esa sensación generalizada en números . En la página web del Ministerio de Justicia de la Nación, las últimas estadísticas que figuran en materia de criminalidad son de 2009 . En el sitio de la cartera de Seguridad, a cargo de Nilda Garré, ni siquiera hay datos. Tampoco en el del Gobierno de la Ciudad.
La falta de estadísticas impide a la gente saber qué pasa y dónde, tener información para cuidarse y para controlar qué se hace en cuanto a prevención . Por eso, vecinos de ocho barrios porteños decidieron elaborar sus propios mapas del delito. Se reúnen en iglesias y se organizan contra la inseguridad.
“Nadie asume la responsabilidad. Los funcionarios no se comprometen cuando nos tienen que rendir cuentas”, afirma a Clarín Lidia Figueras, integrante de la asamblea de vecinos de Recoleta. Allí se reúnen cada 15 días en la Iglesia Patrocinio de San José, en Ayacucho 1064. En esta parroquia, el padre Julio Torres decidió poner vigilancia privada y cámaras de seguridad , cansado de los robos.
También Caballito, Versalles, Liniers y Parque Avellaneda ya presentaron sus propios mapas del delito a las autoridades porteñas y nacionales. Almagro, Palermo y Villa Real están por hacer lo mismo. Les piden a los vecinos que denuncien los casos, para que figuren en las estadísticas (ver El formulario ). Es que las víctimas les dicen que cuando van a presentar la denuncia a las comisarías las desalientan.
“Nadie de los que están acá pretende que nos reciban Garré o (el ministro de Seguridad porteño, Guillermo) Montenegro. Entiendo que tienen que hacer otras cosas, pero que por lo menos nos acompañen y se hagan cargo.
Estamos haciendo el trabajo de los funcionarios . Estamos poniendo el hombro, pero queremos respuestas”, reclama Figueras.
En Caballito, las asambleas se hacen en la Iglesia del Buen Pastor, en Aranguren al 600, en cuya casa parroquial robaron el domingo de la semana pasada mientras uno de los curas daba misa y otro confesaba a un feligrés. La ONG La Alameda, al igual que en otros barrios, se ocupa de asesorar a los vecinos y orientarlos para tomar contacto con las autoridades. En este marco fue que decidieron realizar un “campanazo” de protesta el jueves 5 de julio, en Rivadavia y Acoyte. “Hasta el 21 de junio recibimos 130 denuncias. A la fecha ya tenemos más de 300 ”, comenta Lucas Manjón, de La Alameda.
“Nos une la pelea contra la inseguridad”, apunta Mónica González, de Recoleta. A su lado, Gloria Stuart asiente: “Nos hemos dado cuenta de que el poder del vecino organizado es mucho más fuerte de lo que uno pensaba . La permanencia y la persistencia de esta tarea es lo que finalmente va a dar algún fruto”.
González se queja de que cuando van a las comisarías les dicen “que no alcanzan los policías, que no hay patrulleros, que los que tienen están sin nafta”. Después, cuenta, “uno se queda esperando que alguien lo ayude”. Pero esto no es todo. Según las vecinas: también están las disputas entre Nación y Ciudad, en la que nadie se hace cargo cuando alguien va a denunciar un delito y le echa la culpa a otro.
“A mí me entraron a robar dos veces en mi casa. Después de la primera vez, pensé: ‘Ya me tocó, no me va a pasar más’. Pero no, uno sigue estando en el bolillero. No es que sacás la bolilla y a vos ya te tocó. No. Va a parar de nuevo adentro. Y fuimos de nuevo al bolillero”, concluye González.
Los vecinos también se quejan de que “no existe protección policial los fines de semana”. Y que han cambiado los hábitos por la inseguridad. “Los sábados, a la siesta, los ladrones tocan el timbre para saber si estás, para hacer inteligencia. Antes uno llamaba del trabajo a la familia y preguntaba: ‘¿Están en casa? ¡Qué suerte!’. Ahora llamamos y preguntamos: ‘¿Están en casa? ¡Cierren todo!”.
“Tenemos Policía Federal, tenemos Policía Metropolitana, dos ministerios de Seguridad, pusimos rejas, hay gente que tiene seguridad privada.
¿Qué más tenemos que hacer para cuidarnos? ”, interpela Figueras.

Isabel la madre de Cecilia Aguero. No la olvida y reclama a la fiscalía
Isabel la madre de Cecilia Aguero. No la olvida y reclama a la fiscalía

http://www.clarin.com/policiales/inseguridad/Matan-ruleta-rusa_0_737326396.html
“Matan por nada. Es como una ruleta rusa

Cecilia Agüero tenía 34 años cuando un tiro le atravesó un brazo e impactó en su corazón, el 17 de abril de 2011. Estaba en Angel Gallardo y Nogoyá (Versalles), en un auto, a 30 cuadras de su casa. Volvía de trabajar en un catering con su esposo, un policía de la División Drogas Peligrosas de la Federal. Los acompañaban dos chicas y otro muchacho. Al bajar una de ellas, apareció un coche del que descendió un ladrón. El oficial quiso sacar su arma reglamentaria y uno de los asaltantes baleó a Cecilia. Sus hijos, ambos varones, tenían 5 y 3 años. Hoy, los dos están casi todo el día con la abuela y madre de la víctima, Isabel Dobidenko (61).
La mujer, tres días después del crimen, empezó a ir a las asambleas de vecinos de Versalles y Liniers, para participar de las movidas contra la inseguridad. “No quiero que esto le pase más a nadie. A Cecilia la mataron como a un perro, estaba con su cinturón sentadita en el auto y no le dieron opción. Les tuve que explicar yo a los nenes lo que pasó”, le cuenta a Clarín en su modesta casa. Por momentos, llora.
Recuerda que en la madrugada de la tragedia, media hora antes de que todo ocurriera, uno de los chicos se despertó, se paró al lado de su cama y le preguntó: “¿Y mamá?”. Ella le respondió: “Ahora le mando un mensaje, pero ya debe estar por llegar”. Isabel le envió dos SMS a su hija, pero no obtuvo respuesta. Pasadas las 7 de la mañana, el padre de una de las jóvenes que iban en el auto con su hija pasó a buscar a Isabel por su casa para pedirle que la acompañara al Hospital Vélez Sarsfield. “Mientras me cambiaba, me dije: ‘Es Cecilia. Mi hija murió’. Tuve ese presentimiento feo”. En el hospital, su yerno le confirmó la peor noticia.
“Que no me bicicleteen o me vendan carne podrida. Quiero la verdad. Es lo único que pido”, expresó sobre la causa (en la que nunca hubo detenidos). Para la fecha en que Cecilia hubiera cumplido años, los nenes le pidieron ir al cementerio. “Cuando llegaron a la tumba, los dos le dijeron: ‘Feliz cumpleaños, mamá’ y le dejaron una rosa”, cuenta.
“Hoy me siento desamparada por mi país. En Liniers no podés caminar. Matan por nada. Es como una ruleta rusa, cualquiera puede ser la próxima víctima”, advirtió.

La doble visita a lo de Mónica

A Mónica González le pasó algo insólito cuando le robaron por segunda vez en Recoleta. Los ladrones interceptaron a su yerno cuando entraba al edificio y lo llevaron al departamento, donde no había nadie. Encontraron una caja fuerte en el placard de la habitación matrimonial y maniataron al joven, de 28 años. “Se fueron hasta la ferretería, compraron una amoladora y volvieron. Rompieron todo”, contó la mujer a Clarín.
Algunos vecinos oyeron los ruidos y les llamó la atención que a la hora de la siesta estuvieran haciendo trabajos, pero los delincuentes igual se salieron con la suya y escaparon con el poco dinero que encontraron. Es que la mayor parte del botín se la habían llevado en el golpe anterior contra el mismo departamento.
La repetición de robos, sumadas a otras experiencias, fue lo que impulsó a Mónica a sumarse a la organización de vecinos de Recoleta que ya elaboró su propio mapa del delito.

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