Por Camila Montero
En el marco del mes del diseño, la Alameda participó de las Jornadas de Reflexión “Buenos Aires hace diseño responsable. Integrando al Futuro” en el Centro Metropolitano de Diseño. En la mesa redonda de Comercio Justo estaban también integrantes de la Cooperativa Chico Mendes de Italia y las locales “La Juanita” y “la Asamblearia”.
También participó Harold Pichi de “Otro mercado al sur”. Estas jornadas mundiales son organizadas por el Ministerio de Desarrollo Económico de la ciudad. Los representantes de Italia son los fundadores de Altromercato, una red de comercio justo que sostiene locales donde se ofrece al público productos realizados bajo principios claros: precios discutidos, no impuestos, dentro de la cadena de valor; ausencia total de trabajo infantil y esclavo; contratos a largo plazo; utilización de materiales que no impacten negativamente en el ambiente y un contacto fluido entre productores para evitar la terciarización. Estas redes han logrado avanzar en algunas mejoras para los pequeños productores, como los cafetaleros de México que gracias a la organización hoy pueden discutir precios justos con Nestlé y otros gigantes. Sin embargo, al comparar con experiencias locales se ve que las posibilidades de desarrollo de estas redes en Europa son incomparablemente superiores a las de América Latina. No solo el ingreso por habitante, sino también la misma lógica de producción global hace que parezca ridículo transpolar estos conceptos a la realidad del tercer mundo. Una vez más, conceptos como comercio justo, consumo responsable, diseño sustentable, etc.
Inundan las discusiones de muchas bienintencionadas organizaciones que pretenden transformar este sistema macabro de explotación maximizando los pocos elementos de humanidad que le quedan. La lógica sistémica de superexplotación de los trabajadores para engordar ganancias no parece ser una variable de análisis. Solo quedan los buenos y los malos empresarios y qué estrategias aplicamos para ganar a los últimos y conducirlos por la senda de la Responsabilidad Social Empresarial. Nunca una lógica donde el trabajador seguirá siendo explotado por las mismas reglas que rigen una industria y superan las buenas intenciones. En indumentaria, todos los productores, o la mayoría, consideran justo pagar por mano de obra un 3,6 % del precio al público. Este mínimo de gasto se consigue a costa de esclavizar trabajadores.
Ante la pregunta “¿por qué no pagar 5 pesos más?” se responde una y mil veces con la necesidad de ser competitivos. Violar derechos humanos elementales es un costo a pagar cuando se trata de competir en el mercado. Los trabajadores más vulnerables pagan con su salud las necesidades de estos empresarios, que no podrían completar su hazaña sin la complicidad de los aparatos inspectivos del Estado y las fuerzas de seguridad. Si no fuera así, ¿cómo se explica que la Alameda, en su lucha contra los talleres clandestinos, haya terminado denunciando a la comisaría N 40 de Parque Avellaneda por cohecho?
En general, el ideal de producto o el mismo concepto de desarrollo sustentable se reducen al impacto ambiental que genera, tanto el proceso productivo como el producto en sí. La sustentabilidad social en términos de calidad y respeto por las condiciones de trabajo quedan en un segundo plano. Esta misma lógica es la que permite que muchas veces el mote de empresa socialmente responsable sea cartón pintado. Ejemplo es el caso de MUAA, que pretendía exponer sus productos en las jornadas de medio ambiente de la Ciudad de Buenos Aires, jactándose de utilizar algodón orgánico, mientras está denunciada por la Alameda por utilizar trabajo esclavo en la confección de sus prendas. No se trata de negar el papel central que tiene el consumidor en pos de transformar las injustas condiciones del mercado. Castigar a las empresas que mantienen este tipo de prácticas es un elemento sin duda influyente. Pero mientras el Estado las proteja, se hace difícil e injusto dejar en manos de los que cada vez ganan menos y hacen malabares para llegar a fin de mes la responsabilidad de consumir conscientemente, informándose de las condiciones de producción y el impacto ambiental de lo poco que alcanzan a comprar. Las redes alternativas de comercio y las campañas de concientización son necesarias y alcanzan logros destacables. Pero atribuir a malas decisiones de empresarios mercenarios todas las injusticias del sistema económico es tapara el sol con una mano. Denunciar no solo a las empresas sino también a sus cómplices del gobierno y el sistema judicial es un elemento indispensable, generando siempre alternativas que sean ejemplo de producción justa y cooperativa.
Mención aparte merece el Gobierno de la ciudad, organizador de las jornadas. En su presentación, Enrique Avogadro, Director general de Industrias Creativas y Comercio Exterior, enfatizó la importancia del diseño creativo en pos del desarrollo sustentable y la mejora de la calidad de vida. La utilización de materiales reciclables con este fin está a la orden del día. Presentó una extensa lista de las actividades que desarrolla el gobierno de la ciudad en su lucha por impulsar a los creativos a producir beneficiando al medio ambiente. El mismo gobierno de la ciudad que no ha tenido ningún avance en la erradicación de talleres clandestinos en Capital Federal, pero sin duda, con tanto programa, logra que las prendas que confeccionan manos esclavas sean biodegradables.