A dos meses del asesinato del cura Juan Viroche en la localidad tucumana de La Florida, el Papa Francisco agradeció una carta que le envió un grupo de jóvenes que trabajaba junto al sacerdote y señaló que le “hizo muy bien”.
“Realmente la carta de los chicos fue escrita con el corazón. Me hizo bien”, respondió el Sumo Pontífice al recibir la misiva en la que los chicos recordaban a Viroche.
Los jóvenes que integran la multisectorial Juan Viroche le enviaron una carta a Francisco por intermedio del legislador porteño de Bien Común y titular de La Alameda, Gustavo Vera, quien al regreso de su viaje al Vaticano le hizo llegar a los chicos la respuesta del jefe de la Iglesia Católica.
Este lunes se realizó una marcha en La Florida, en momentos en que se cumplen dos meses del crimen de Viroche, asesinado por grupos narcos que el propio sacerdote investigaba.
Esta es la carta enviada por los jóvenes al Papa:
“Ningún comienzo es fácil, menos este, que se trata de hablar de vos, de contar como fuiste y como sos con todos nosotros… es que tenemos tanto para decir, todas las palabras más bellas se nos juntan para describirte, los adjetivos parecen chicos para poder definirte y los verbos no pueden conjugar tanta grandeza.
“Cuando llegaste eras tan particular, eras la diferencia bien marcada, te salías del estereotipo de sacerdote conservador con estola. Como olvidar ese día que te conocimos, bajaste de la moto chopera y tenías una campera de cuero, eras un bicho raro, sí eras algo extraño. Mucho escuchamos decir acerca de tu aspecto, típico de la gente de pueblo ‘ese es cura?’, ‘viste como se viste?’, ‘no usa sotana?’.
“Pero con el tiempo nos dimos cuenta que vos eras revolución, porque llegaste acá y nos moviste a todos, nos juntaste, nos amontonaste, nos uniste. Nos despertaste! Nos diste fuerzas, nos diste oportunidades, nos diste espacio, nos diste confianza, y no solo esa confianza de que todo puede cambiar… Sino de esa confianza de que nosotros además de creer un mundo mejor, lo creamos. Nos diste fe, nos diste amistad, nos diste consuelo, nos abrazaste y nos diste tu amor.
“Nos enseñaste tanto a través de tus palabras y a través de momentos, nos enseñaste con el ejemplo, con tus acciones. Nos hiciste vivir el evangelio y llevarlo a todas partes, nos contagiaste esas ganas de creer y de hacer… qué hermosa manera la tuya de sembrar el amor! Y aquí estamos todos, extrañándote todos los días, con dolor, pero también agradecidos a Dios y a la vida por habernos regalado la oportunidad de compartir con tan único ejemplar.
“Distinto a todos, sacerdote como ninguno, hombre sabio, hincha del santo, luchador, amante de la vida, burlón y calentón, contreras, amigo de muchos, cura de la gente, de niños, de jóvenes.
“Este hombre es, fue y será la fiel imagen de Cristo aquí en la tierra, su mirada nos transmitía luz, fe y esperanza; su sonrisa, su humor, que tanto lo caracterizaba y que a tantos contagiaba. Sus palabras que siempre estaban en el momento justo, sus abrazos que a uno lo reiniciaban, lo levantaban, y lo animaban para mirar hacia adelante y ver que nada está perdido. Esos abrazos que te perforaban el alma, llegaban hasta los huesos, y eran sanadores, que gran amigo, de esos se encuentran muy pocos.
“Fuiste nuestro samaritano, limpiaste, lavaste y sanaste nuestras heridas, nos llevaste a la posada,si esa posada que era la capilla, el grupo de jóvenes donde reíamos, cantábamos, llorábamos, pero por sobre todo, aprendíamos lo extraordinario de la capacidad de amor y brindar ese amor a los demás. Nos amaste con entrega, con humildad, con amor, con paciencia.
“Nos despedimos, aunque no es lo que querríamos, nos encantaría seguir hablando de vos, sí de vos “el padre cura”, creemos que con todas nuestras anécdotas hasta podríamos escribirte un libro, lleno de recuerdos y enseñanzas que guardamos como tesoros del alma.
“Si alguien quiere saber de vos, que nos escuchen a nosotros, que nos busquen. Esta es la verdad sobre Juan, el ejemplo más cercano a Cristo que conocimos, el hombre que revolucionó y transformó la vida de cada joven, de cada niño, de cada adulto que tuvo el privilegio de conocerlo. Cura no estás muerto, estas más vivo que nunca en nuestros corazones, no te callaron, somos tu voz, y te vamos a llevar a donde sea que vayamos, a donde sea que estemos, a todas partes, siempre.
“Hacemos nuestras tus palabras, con dolor, pero con seguridad y te decimos: ‘que el encuentro con Jesús nos haga crecer siempre en la fe, en la esperanza y en el amor’. Un abrazo al cielo, cura”.