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ni esclavos ni excluidos

La red y marca global No Chains fue lanzada en Buenos Aires y Banghok

ByLa Alameda

Jun 8, 2010

Dos diarios nacionales, La Nación y Página/12, con tendencias opuestas pero coincidieron en darle una cobertura importante al lanzamiento de la red y marca global de los costureros que luchan contra la esclavitud conocida como No Chains.

La Nación, lunes 7 de junio

Salir del trabajo esclavo a través de un emprendimiento solidario

La cooperativa La Alameda lanzó una línea de ropa confeccionada por ex trabajadoras de talleres clandestinos; testimonios de tres mujeres que luchan por el fin de la explotación

Por Valeria Vera

La crisis económica de 2001 puso fin a los proyectos de varios argentinos, entre ellos, los de un grupo de costureros que, más allá del hambre y la desocupación, encontró en el caos una oportunidad y creó una cooperativa para salir adelante. Tras años de esfuerzo, acaban de lanzar una marca global de ropa para luchar contra el trabajo esclavo en el mundo de la indumentaria.

No chains, el nombre comercial con el que se venderán las prendas que fabrican en la comunidad La Alameda, asociada en este emprendimiento con otra cooperativa tailandesa integrada también por empleados despedidos, representa una realidad distinta a la que debieron soportar estos trabajadores textiles, muchos de ellos explotados en talleres clandestinos.

“La mayoría de los trabajadores que se acercaron había sido traída por otras personas con promesas de dinero y prosperidad. Les retenían los documentos, los amenazaban y no les hacían saber cuáles eran sus derechos. Trabajaban entre 16 y 18 horas al día con sus hijos al lado y sin poder salir”, contó a lanacion.com la responsable argentina de la firma global, Tamara Rosemberg.

De esta opresión fue víctima Simona, de 48 años, una costurera que tocó la puerta de La Alameda cinco años atrás en busca de un lugar para dormir. Hacía pocos meses que había llegado al país proveniente de Bolivia y acababa de ser desalojada de la pensión donde vivía. Traía consigo el cansancio de extensas jornadas laborales en las que confundía el día y la noche.

Desesperada, se alimentaba con frecuencia en el comedor comunitario de la cooperativa, mientras se las ingeniaba para mantener a sus seis hijos. “Venía de tanto en tanto hasta que un día me quedé. Sabía de costura porque había estado en un taller clandestino donde pasaba casi todo el día, desde las 8 de la mañana hasta la 1 de la madrugada. En esa época no me daban permiso para hacer mis cosas y no tenía comunicación con mi familia. Cuando decidí irme, mi vida cambió. Sigo siendo costurera, pero ya no tengo los problemas que tenía antes”, relató aliviada, mientras ultimaba algunos detalles de las prendas que integran la colección.

También Daisy, de 33, se acercó a la cooperativa con el deseo de mejorar su calidad de vida y evitar la dura realidad de la calle. Enseguida le ofrecieron empleo y pusieron a su disposición a una persona para que cuidara a su hijo. Hoy, ese bebe es un niño que va al jardín y que Daisy pasa a buscar por la tarde cuando completa sus tareas en el taller.

Horas previas al lanzamiento de No chains, reconoció estar nerviosa, pero muy feliz. Mientras guardaba unos hilos en un cajón y ordenaba parte de los retazos sobre una mesa, expresó: “Después de tanto esfuerzo, tenemos algo que nos identifica”.

En el caso de Soledad, de 29, se trató más bien de un reto del destino. Un compañero de la fábrica de una conocida firma de zapatillas enfermó de tuberculosis y la empresa hizo caso omiso de la situación. El personal encabezó una protesta en repudio al accionar de la compañía, porque lo entendió como un acto de discriminación, pero la firma desatendió la medida. Una semana después, Soledad perdió su puesto.

La joven, que conocía de cerca la obra que lleva a cabo la cooperativa desde sus inicios, fue incorporada al área de costura casi inmediatamente.

Lejos de la explotación. Con el correr de los años, el taller textil fue mejorando su logística y aumentando sus responsabilidades. Actualmente, emplea a unas 15 personas, que reparten la jornada entre la fabricación de las prendas y el cuidado de la familia. La mayoría son mujeres que participan de las tareas de confección, diseño, moldería, corte y estampado, mientras sus hijos asisten a la escuela. Por eso, el proceso de producción más intenso, que oscila entre las 8 y las 15, coincide con el horario en que los chicos se dedican a aprender.

Todas estas experiencias de recuperación de empleo, reivindican el deseo de progresar que une a los integrantes de las cooperativas argentina y tailandesa, pese a que muchos de ellos se conocen sólo a través de Internet. Es que a La Alameda y Dignity Returns, formada también por costureros que lucharon contra talleres clandestinos y la superexplotación de marcas en el sudeste asiático, las une el deseo común de generar fuentes de trabajo genuinas en la cadena de producción y ofrecer, además, ropa de calidad sin cobrar un precio excesivo.

Ese sueño se concretó de la mano de una serie de congresos internacionales sobre trabajo decente, en los que intercambiaron experiencias acerca de la necesidad de recuperar, sobre todo, la dignidad que habían perdido. En marzo de 2009, el proyecto para generar conciencia empezó a tener forma. El sello final llegó el viernes pasado con el lanzamiento de una marca que reafirma la lucha de los dos países.

Al referirse a las expectativas que nacieron en el grupo sobre la iniciativa que mantienen con el sudeste asiático, Rosemberg comentó: “La Alameda había empezado a funcionar con producciones a terceros y empezamos a soñar con una marca propia, además de Mundo Alameda. Era la manera de demostrar que se podía producir sin engañar. Con este nuevo proyecto globalizamos la lucha contra el trabajo esclavo. La explotación ya está globalizada”.

Sin ir más lejos, la semana pasada una serie de allanamientos realizados de manera simultánea en Villa Celina, Laferrere y San Justo registraron veinte personas detenidas, entre ellos los presuntos responsables de los talleres, a quienes se acusa por “trata de personas, servidumbre y explotación infantil”.

Incluso, la propia Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) estimó que la mitad de los 165 mil personas que emplea la cadena textil trabaja en condiciones de “esclavitud”.

Nuevos desafíos. En esta primera etapa, No Chains ofrecerá en la Argentina y Tailandia una colección de cinco modelos de remeras con dibujos que fueron seleccionados por las cooperativas en un concurso abierto que contó con la participación de diseñadores de todo el mundo.

Los productos de la marca se podrán adquirir en la misma sede de La Alameda (Directorio 3998), en el Mercado de Economía Solidaria (Bompland 1660), en la Cooperativa La Vaca (Hipólito Yrigoyen 1440), en el Espacio Lacandona (Castillo 460), en la galería Bond Street (Local 73 1°piso), o a través de la página web www.nochains.org

Página/12, sábado 6 de junio

Una marca para romper las cadenas

La marca no-chains fue presentada ayer, en forma simultánea, en Buenos Aires y en Bangkok, con el objetivo de promover el trabajo en condiciones dignas. Al acto local asistieron desde Madres de Plaza de Mayo hasta el arzobispo Jorge Bergoglio.

Por Eduardo Videla

Ni la distancia, ni la diferencia horaria, ni el idioma fueron obstáculos suficientes para frenar lo que se venía gestando desde hace rato: el lanzamiento de una marca global de ropa producida por trabajadores costureros que lograron cortar sus vínculos con el trabajo esclavo. Los que dieron la puntada inicial fueron dos cooperativas, Dignity Return, de Tailandia, y La Alameda, de la Argentina, que tejieron una alianza hace dos años y ayer exhibieron su producto final en sendos desfiles, con imágenes de video transmitidas en vivo por Internet. La marca se llama no-chains y sus productos –por ahora solamente remeras– serán comercializados en locales de Buenos Aires y de Bangkok. El objetivo es sumar cooperativas de otros países. “A las nuevas formas de esclavitud que ha creado el capitalismo global, podemos responderle con una marca libre de trabajo esclavo para que se globalice la lucha de los consumidores”, dijo en Buenos Aires Gustavo Vera, titular de la Cooperativa La Alameda y uno de los mentores de la propuesta.

La presentación incluyó un desfile de modelos: una docena de trabajadores y militantes ingresó a la pasarela. Estaban encadenados y cada uno tenía una prenda con el logo de las marcas de ropa que suelen tercerizar la confección en talleres de costura clandestino, donde se somete a pésimas condiciones de trabajo a centenares de trabajadores, en su mayoría inmigrantes ilegales. Los y las modelos, durante el desfile, se liberan de sus cadenas, se quitan las prendas de marca y aparecen, debajo, los diseños de no-chains. Una cortina musical con el tema “Sin cadenas”, de Los Pericos, corona la presentación.

El desfile, en Buenos Aires, se hizo en el local de La Alameda, en Directorio y Lacarra, donde también funciona un taller de confección. El lugar se colmó de invitados, desde una delegación de Madres de Plaza de Mayo, encabezada por Celia de Prósperi, hasta el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, incluidos funcionarios de la Defensoría del Pueblo porteña, del INTI, el Ministerio de Desarrollo Social, legisladores y ex diputados, un funcionario del gobierno porteño y militantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos.

En Buenos Aires eran las 10.30. En Bangkok, las 20.30. En la capital tailandesa, el desfile de modelos continuó al porteño, en la puerta de la Dignity Return, la fábrica que fue recuperada por sus trabajadores.

La cooperativa Dignity Returns (la dignidad regresa) se fundó en Bangkok a raíz del cierre de una fábrica de indumentaria en 2003. La cooperativa 20 de Diciembre-La Alameda surgió en Buenos Aires a partir de la crisis de 2001. Las dos organizaciones confluyeron, hace un año, en un encuentro convocado por el Centro de Monitoreo de Recursos Laborales, una ONG con sede en Hong Kong que nuclea a organizaciones de 17 países del sudeste asiático y que promueve lo que en esa región se entiende como “trabajo decente”. Con el acuerdo, las dos organizaciones dieron el primer paso para crear una “red global de trabajadores costureros”.

Los diseños de las prendas que ayer se presentaron fueron elaboradas mediante un mecanismo inédito: un concurso impulsado desde un sitio de Internet, en el que el jurado fueron los propios integrantes de las cooperativas.

A partir de ayer, la primera serie de remeras de la nueva marca está a la venta en locales de comercio justo de distintas ciudades. En Buenos Aires, pueden comprarse en el mercado de la calle Bonpland al 1600, en la cooperativa La Vaca (Hipólito Yrigoyen al 1400) y en el primer piso de la galería Bond Street, en Santa Fe y Rodríguez Peña. “El precio es de 55 pesos (o 15 dólares, para el exterior) pero para las organizaciones sociales va a haber un precio especial”, contó a Página/12 Tamara Rosenberg, encargada de comercialización del producto en Buenos Aires.

“Vamos a lanzar un nuevo concurso de diseños, con la idea de tener cuatro confecciones por año –agregó–. También pensamos producir jeans, que van a ser confeccionados por una de las cooperativas que trabajan en el polo textil del INTI, en Barracas.”

La difusión que tuvo la nueva marca en los meses previos –Página/12 adelantó el lanzamiento el 4 de abril– despertó interés en comercios del interior (Neuquén, Córdoba, Mar del Plata) y del exterior (Italia y Estados Unidos). “También hubo interesados en Tailandia, donde la cooperativa ya recibió pedidos desde Corea e Indonesia”, relató Rosenberg. Con el lanzamiento de la marca global, La Alameda –que ya tenía su propia marca– termina de cerrar el círculo que inició hace ocho años, cuando abrió un comedor en un local que estaba abandonado, el mismo que ahora les sirve de sede. Desde hace cinco años batallan en la lucha contra el trabajo esclavo, denunciando a los dueños de talleres clandestinos y a las marcas que los contratan.

Los fundadores de la tailandesa Dignity Report son ex trabajadores de la firma Bed and Bath, que fabricaba indumentaria para exportación, contratada por multinacionales como Nike, Adidas y Umbro. Allí trabajaban bajo un régimen de extensas jornadas laborales y hasta “les suministraban drogas para permanecer despiertos”, según cuenta el sitio de la cooperativa. Cuando la fábrica cerró, en 2003, fueron despedidos sin indemnización.

Ubicados casi en los antípodas, cada organización hizo la presentación en su idioma: el tai y el castellano, con la obligada mediación del inglés. Sin embargo, el trabajo en uno y otro lado puso en evidencia que hay entre ellos un lenguaje común.

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