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ni esclavos ni excluidos

Ley de Trata: Testimonos de víctimas en el Congreso Nacion

ByLa Alameda

Ago 20, 2010

Publicamos la versión completa de dos militantes de la Alameda que hablaron en el Congreso Nacional en el contexto de las audiencias por las mejoras a la Ley de Trata. Oscar Taboada fue victima de trabajo esclavo junto a su familia y se convirtió en el principal denunciante en la causa por trabajo esclavo e infantil contra la empresa avícola “Nuestra Huella” de Pilar. Esta gran empresa conformada por 70 granjas tiene familias y niños sometidos a la servidumbre. Taboada soportó amenazas de muerte por sus denuncias y hasta el sindicato UATRE lo quiso comprar con 50 mil pesos. Él lo rechazó y encima grabó la conversación. Esto Taboada lo hizo cuando no tenía dinero y estaba despedido con una familia de siete hijos. La costurera Lourdes Hidalgo Luján no es una víctima de trata y trabajo esclavo más de las miles que existen en los talleres clandestinos porteños. Lourdes sobrevivió al incendio del taller textil de Caballito en el 2006, más conocido como Luis Viale, donde murieron 6 personas, entre ellas cinco menores de edad. Ella es una de las más destacadas costureras militantes de la Alameda.

FOTO: Al microfóno Oscar Taboada rodeados de diputados nacionales

Sr. Taboada.- Buenas tardes. Soy de nacionalidad boliviana y vengo de la provincia de Buenos Aires, de una granja avícola en la localidad de Pilar.

El 16 de abril de 2008 fui el primero en denunciar a mi granja y hubo un allanamiento donde se descubrieron niños trabajando. Había denunciado a la firma Nuestra Huella porque se trabajaba 16 o 17 horas en la cría de gallinas ponedoras, teníamos la cerca electrificada.

También hay mucha trata de personas hasta hoy. El modo de traer gente de Bolivia o de Misiones y de operar es así: cuando hay algún familiar adentro de la granja el capataz o alguna de las dueñas, Ester o María Luaces, le preguntan si tiene algún pariente o amigo en Bolivia, le pagan los pasajes y le dan un premio de 3, 4 o 5 mil pesos para que vaya hasta Bolivia y traiga gente. Este es el modo de traer gente, y le prometen casa y vivienda digna, donde no va a pagar luz, ni alquiler y le dan todo más un sueldo de unos mil o dos mil pesos.

Pero todo eso es mentira. Antes de la denuncia que yo hice, allí se trabajaba de lunes a lunes; uno no tenía ni domingos ni feriados, y nos pagaban un solo sueldo. Uno tenía que tener sí o sí a sus hijos y a su señora para que lo ayudaran. En ese entonces nos pagaban 800 pesos. Y no importaba si uno tenía documento o no, porque igual tenía que trabajar “en negro”.

Venía el dueño, Carlos Luaces, que ya falleció, y decía: “¿Qué están haciendo tus hijos?” Yo le contestaba “Están en casa”. Y me decía: “No; vos dedicate a remover el guano, y que tus hijos y tu señora junten huevos. Así vas a poder cobrar un buen premio a fin de mes”. Pero pasaba el mes y nunca cumplía; te prometía, pasaban los meses, y después te decía “Ché, estás flaco; metete en uno de los pasillos del galpón, buscá una gallina que esté medio muerta…” -por prolapso u otra enfermedad- “…y decile a tu señora que te haga una sopa. Así vas a poder trabajar mejor”. Pero esas gallinas estaban alimentadas químicamente, y eso es lo que quería que nosotros comiéramos.

Si reclamábamos porque teníamos a nuestros hijos enfermos, nos decía: “Nosotros te vamos a mandar los medicamentos; vos no podés salir. No tenemos personal para cubrirte”, y ellos mismos te medicaban. Te daban pastillas de colores y te decían: “El azul es ibuprofeno, te calma esto; el amarillo y el verde son vitaminas”. Ellos mismos te medicaban.

Además, no teníamos salidas, francos ni nada. Todo era trabajo esclavo. Hasta hoy en día, después de la denuncia que yo hice, siguen trayendo gente de Misiones o de Bolivia, con engaños, para que venga acá y la exploten. Y si no servís o querés reclamar algo, te echan sin beneficios ni nada.

Después de que yo hice la denuncia, me echaron, pero no me indemnizaron ni me pagaron nada.

Además, hubo muertes por intoxicación; compañeros que murieron por fumigar demasiado, por utilizar tóxicos o químicos para matar moscas o lauchas, porque abundan esos bichos. Cuando te dan un frasco con hipermetrina para matar las moscas, allí dice que tiene que ser manejado por un experto. Pero nosotros lo usábamos, y también lo manipulaban nuestros hijos, sin protección.

A raíz de esos tóxicos, mi señora perdió un bebé en el año 2007. Y una compañera tuvo un bebé sin cabeza; lo primero que preguntaron en el hospital era dónde trabajaba, y cuando contestó que en una granja, le dijeron que era consecuencia de los químicos. Dijeron “Ustedes no se cuidan, no dicen nada, se callan”. El bebé nació sin cabeza, en Luján, y quedó registrado en el hospital.

Ahora bajó un poco el tema de la esclavitud, pero eso no ocurre en otras granjas. Nuestra Huella tiene más de setenta granjas distribuidas en toda la provincia de Buenos Aires; también tiene granjas en Río Cuarto, exporta huevos a Asia y a África, los vende a Coto, a Walmart y a Disco. Es una empresa bien grande, que se aprovecha de nosotros, los humildes, los trabajadores, los pobres.

Hace un año y medio falleció un compañero mío, que vivía a metros de mi casa, por intoxicación con veneno. Sin embargo, nadie dijo nada. Todo es como una mafia en Pilar. La dueña o presidenta de Nuestra Huella, Alejandra López Camelo, es prima del intendente Zúccaro; el apoderado de Nuestra Huella es Sergio Bivort, ex intendente de Pilar. Ester Luaces, la mayor accionista de Nuestra Huella, tiene un colegio, creo que es el Santa Teresita, el más prestigioso de Pilar. Es decir, son gente poderosa, como nosotros decimos, pero nadie hace nada. Hasta ahora sigo reclamando por los derechos de mis compañeros; sigo reclamando todo.

Ahí hay trata de personas, reducción a la servidumbre. Antes del allanamiento toda la granja estaba electrificada. No nos dejaban salir.

A mi nena de 13 años se le habían quemado los pies y tenía que llevarla al hospital, pero me decían: “¿Y en tu galpón quién se queda?” “Mi señora”, contestaba. “No, vos no podes salir”, me respondían. Tuve que llevarla a ocultas a mi hija para que tenga atención médica.

En Pilar todo es como una mafia. Si uno dice que se va a quejar a las autoridades, la dueña misma de la granja te dice: “Si querés andá a quejarte a la Municipalidad, al Ministerio de Trabajo o a donde vos quieras, que yo no les tengo miedo”. Y si uno hace un reclamo, te echan.

Desde hace dos años que estoy desempleado. Hago changas. Inclusive vinieron de la colectividad boliviana -la empresa los contrató- a decirme que no haga nada, que me quede callado.

Quiero agradecer a la gente de acá y a La Alameda, que siempre me está dando una mano.

Tengo muchas cosas que contarles, pero tengo que ser breve. Muchas gracias. (Aplausos.)

FOTO: Lourdes Hidalgo Luján al micrófono la escuchan los diputados.

Sra. Hidalgo.- Buenas tardes. Me llamo Lourdes Hidalgo, soy de nacionalidad boliviana. Hace unos años, en el 2006, me trajeron de Bolivia diciéndome que iba a tener un mejor trabajo aquí en Argentina. Como allá en mi país hay una crisis, y ante el ofrecimiento de pagarme en dólares y la posibilidad de tener un trabajo para poder vivir mejor, me vine.

Desgraciadamente, trabajé en el taller que se incendió el 30 de marzo del 2006, en el cual lamentablemente murieron mis dos compañeros y cuatro niños inocentes, que no tenían nada que ver. Cada vez que recuerdo me duele mucho y siempre al ver el fuego me pregunto: ¿cómo habrán muerto mis compañeros? ¡Qué dolor es sentir que te quema el fuego!

En ese taller estuvimos sesenta y cinco personas adentro de un galpón cerrado. Tenía una puerta nada más y las piezas estaban hechas de telas y cartón; la gente a su manera las construía como podía porque no tenía lugar para vivir bien.

A mí misma me engañaron, me dijeron que cuando venga me iban a dar una pieza, pero cuando llegué me dieron una tela y quedé muy sorprendida. En el taller que estuve trabajando había un solo baño para sesenta y cinco personas, cuarenta mayores y veinticinco niños. Así ocurrió la tragedia donde murieron seis personas, y sé que el incendio se produjo por estas malas condiciones.

El tiempo pasa y veo que siguen existiendo talleres en los cuales se trabaja de esta manera. Incluso traen de mi país a personas que no saben hablar castellano, que hablan el aymará y no entienden muy bien el castellano. Todavía siguen trayendo personas de Bolivia acá a la Argentina para hacerlos laburar, porque en los talleres clandestinos se labura dieciocho o veinte horas.

Incluso yo trabajaba de las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche. Tenía que dormir allí. De la cama iba directo a la máquina y de la máquina a la cama.

Lo que pasa es que hasta el día de hoy se siguen viendo talleres clandestinos en las provincias. Aquí también hay un montón de talleres que siguen trabajando así, donde se esclaviza a personas. Hay personas que vienen, aparte de Bolivia, de países como Perú o Paraguay.

Para nosotros no hubo justicia porque los dueños de los talleres donde yo trabajaba, donde hubo muertos, siguen teniendo sus talleres y continúan esclavizando a la gente. Están libres y no hubo justicia para nosotros.

Doy las gracias a Gustavo, porque gracias a él estoy trabajando en la cooperativa, pero no trabajo 18 o 20 horas, sino que lo hago 8 horas. Estoy con la mente de seguir luchando contra el trabajo esclavo. Agradezco a todos ustedes por haberme escuchado.

Hoy en día tengo la oportunidad de hablar. Luego de la tragedia que pasó fuimos amenazados y más que nadie mi persona. No nos dejaban decir la verdad, nos amenazaban diciendo que iban a matar a las personas que hablaran. Por esa razón, hoy en día tengo la libertad de hablar sin miedo. Tengo la mente de seguir adelante, de seguir luchando. Quiero pedir a todos ustedes que nos ayuden a salir adelante, a que no haya más trabajo esclavo. (Aplausos.)

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